Dos han sido las circunstancias que me han llevado a escribir sobre este controvertido tema. La primera, la aventura vivida por mi amiga Inés que, estando ella tan ricamente dormida el pasado martes 6 de diciembre, recibe una llamada de teléfono a las ocho de la mañana (Inés, mira que te he dicho veces que silencies el teléfono…) y, cuando contesta, todo lo que oye es un suspiro.
Ella que vuelve a sobarse.

Otra llamada del mismo número y, esta vez, en lugar del suspiro, escucha a una chica que le dice: “perdona, tengo una llamada perdida de este número, ¿quién eres?”. A lo que ella, que es dulce como pocas, contesta “Qué llamada ni qué coño, si yo estaba durmiendo, ¿quién eres tú?. Y la otra que, lógicamente, se acojona y cuelga.
Tercera llamada.
Ring, ring, ring.
Inés que, inexplicablemente no ha apagado el teléfono (yo lo habría tirado por la ventana) y que, inexplicablemente, VUELVE A CONTESTAR. Esta vez, la voz de la chica es medio llorosa. “Mira, perdona, yo es que nunca he hecho esto… Es que mi novio salió anoche…. Ha vuelto tarde… y tiene tu número bloqueado en su móvil. Ya sé que no tengo ningún derecho a preguntarte pero es que…”.
Y la chavala que se pone a sollozar y mi amiga Inés A FLIPAR.

La otra que sigue “Pensarás que estoy loca…” y mi Inesita, que siempre fue muy solidaria con las mujeres tristes, le dice que no pasa nada y le pregunta quién es su novio.
“Manuel”, contesta la otra.
“ANDA QUE NO”, piensa para sus adentros Inesita.
Mientras me lo contaba, yo no daba crédito y, al oír “Manuel”, no tenía ni idea de quién me hablaba. “Sí mujer, Manuel es el púber, con el que me enrollé el año pasado por estas fechas, que tenía veintitrés primaveras, el que me encontré hace dos días y se me puso tontorrón y me envió un mensaje subidito de tono al día siguiente”.
“AH, COÑO, CLARO”. Ahí caí.
“Pero ¿por qué tiene tu número bloqueado el púber este?” Y, de repente, SE HIZO LA LUZ.
El tío degenerao le envía el mensaje, la bloquea por si ella contesta cuando está con su novia y, cuando está solo, desbloquea, recibe y contesta.
ANDAQUENO, ANDAQUENO, ANDAQUENO.

Qué inventiva, qué creatividad, QUÉ MORRO.
“¿Y tú qué le has dicho a la pobre chavala?”, le pregunto alucinando en colores fosforitos.
“Pues qué le voy a decir, que no tenía que preocuparse y que, si acaso, hablara con su novio”. Ella es así de comedida (en raras ocasiones).
“Pero Inés, nena, claro que tiene de qué preocuparse. Su novio te ha mandado un mensaje con fines lascivos y te ha bloqueado. Más que preocuparse lo que tiene que hacer es mandarle a tomar por culo, PERO YA.”
“Ay, tía, ya, pero eso no es asunto mío”.

Y tiene toda la razón, pero es que yo me enciendo MUCHO con estos comportamientos tan cerdacos.
Inés, entonces, me pregunta toda inocente ella: “¿Tú crees que solo tiene mi número bloqueado y por eso me ha llamado a mí?”
“Pero qué coño dices, nena, te ha llamado a las ocho de la mañana y son las doce y media. Ahora mismo, la pobre chica está llamando a la bloqueada número cincuenta y seis”.
Y os parecerá broma pero me juego el cuello a que no lo es. Me puedo equivocar en cinco números hacia arriba o hacia abajo. No en más.
La segunda circunstancia que me ha inspirado el tema cuernos fue el mensaje de una lectora majísima que me agradeció la risas provocadas por uno de mis artículos (no recuerdo si el de “Érase una vez“, el de los Mareadores o el de los tíos que se esfuman). El caso es que la pobre lo estaba pasando fatal porque había descubierto, tras varios años de relación, que su novio tenía otra novia. O sea, un HIJO DE LA GRANDÍSIMA PUTA COMO LA COPA DE UN PINO, por decirlo suavemente. Ella, aparte de darme las gracias muchísimas veces, me contaba que se sentía “pequeña, torpe y fea”. Vamos, que se siente como una mierda.
Ah, no, ESO SÍ QUE NO.

Y aquí es dónde viene la parte importante, queridas Cornudas (y Cornudos). Que no se os olvide esto que os voy a decir, o mejor, escribir. Si hace falta os lo tatuáis. Y que conste que hablo con conocimiento de causa. Yo he llevado unos cuernos más altos que la Giralda.
Porque el ser una cornuda no depende de ti, de lo guapa o lo lista que seas, de lo bien que follas, del tiempo que le dediques a tu querido novio.
Ser cornuda o no serlo tiene que ver con la calidad de la persona con la que estás, no con la tuya.

“Cornuda” no es un insulto, aunque serlo sea una putada. Porque duele. Duele muchísimo. Porque no hay ninguna necesidad. “Embustero”, “traidor”, “cabrón”, en cambio, sí lo son (así como sus femeninos).
Porque si no quiere estar contigo que te deje, pero que no engañe, que no te mienta, que no te humille.
Tú no eres pequeña, ni torpe, ni fea.
El pequeño es el que utiliza a la gente para sentirse más importante, más guapo, más fucker.
Otra cosa te voy a decir, querida Cornuda: si sospechas que te pone los cuernos es MUY probable que sea verdad y, aunque no lo sea, no debes estar con alguien en quien no confías. Tampoco tienes derecho a interrogar, a espiar, a martirizar. Los cuernos no se deben pagar con machaque ni con otros cuernos. Eso solo te hace más daño.
Los cuernos se pagan con un ADIÓS tamaño catedral de Burgos.
Siempre que te incomoden porque, oye, para gustos, los colores.
Propongo fabricar camisetas con un estampado rollo “Yo fui Cornuda, sí, ¿Y QUÉ?, promocionar unos buenos hashtags:
#NOSINMISCUERNOS
#CORNUDAYFABULOSA
#TUCUERNOMESUENA
Si hasta lo dice mi adorada Amy Schumer, que de esto sabe un rato:
“Los momentos que hacen que la vida valga la pena son aquellos en los que no puedes estar peor y encuentras la manera de reír”
Nadie puede cambiar el pasado, pero sí reirse de él. Así que, RIAMOS, CORNUDAS.
#CornudasUnidasJamásSeránVencidas