Skip to main content

Etiqueta: escribir

Lo que aprendí aburriéndome.

origin_116382077

Soy muy fan de Milena Busquets y de su columna en El País. Esta semana escribía “A favor del aburrimiento” y hablaba de esa, nuestra obsesión por entretener a los niños a toda costa.

Pues bien, yo, como Milena, de pequeña me aburría, Y MUCHO.

Era hija única, muuuuuuuuuy tranquila (sí, muté en algún momento. No sé cuando ni por qué) y mis padres nunca se plantearon que me activara más allá de las necesidades básicas y la escolaridad…Y MIRAD QUÉ FENOMENAL HE SALIDO. A los que me conocéis y os estáis descojonando… En serio, mi desequilibrio es más producto de la genética que del aburrimiento.

Tanto me aburría de pequeña que incluso leía: cómics que se amontonaban en el suelo de mi habitación (así estoy, obsesionada con los superheros), novelas que encontraba en las estanterías de mi casa sin que nadie las analizara previamente en la librería infantil especializadísima, las revistas de cotilleos de mi madre…  Tan horrible era el aburrimiento que me leía las leyendas de Bécquer, los poemas de Neruda y los “Campos de Castilla” de Machado. Una catástrofe sin parangón para cualquier niño del siglo XXI.

campos-de-castilla_primera-edicion

Tanto me aburría que veía pelis de todos los tipos y colores: “Siete novias para siete hermanos”, “Mary Poppins”, “Karate Kid”, “E.T.”… Las veía en el cine y las podía ver otra vez en mi cabecita cuando volvía a casa y no tenía nada más que hacer. Un horror que ningún niño debería experimentar.

SieteNoviasParaSieteHermanos

Tanto me aburría que escuchaba música: en la radio, ensimismada y muy atenta para grabar en aquellas cintas de casette la nueva canción de moda y ponerla una y otra vez mientras bailaba por los pasillos de mi casa; en el tocadiscos donde ponía los vinilos de mi madre: Alberto Cortez, la Pantoja, la Jurado… Y de mi padre: Fleetwood Mac, Elvis Presley, Earth Wind and Fire,… Algo nada estimulante para estos niños que tanto aprenden en los juegos educativos del sempiterno Ipad.

b288ab3ed859a0580fae6493510d2d57o

Tanto me aburría que dibujaba: copiaba animales de mis cuentos, calcaba con los papeles pegados a las ventanas lo que no alcanzaba a copiar, pintarrajeaba cuando no sabía hacer ni lo uno ni lo otro. Qué imagen tan lastimera ver a una criatura con sus colores  sin otra compañía que la de su imaginación.

Y me pregunto qué habría pasado si, en lugar de dejar que me aburriera, mis padres hubieran jugado conmigo a todas horas o, ante el más mínimo signo de inactividad, me hubieran plantificado una pantalla delante, para que viera unas historias creadas por otros y no por mí.

Siempre me he quejado de las interminables sobremesas de los adultos que yo sufría desde mi sillita (visión imposible actualmente. Os doy un euro por cada niño que veáis sentado sin maquinita en un restaurante) pero ahora caigo en que fueron horas (interminables) de observación de aquellos seres, de escucha de conversaciones probablemente poco adecuadas para mi edad.

Aprendí a escuchar, a callar, a interpretar, a intuir.

Tanto me aburría que empecé a escribir.

Nunca sabré qué habría salido de una Sol rodeada de estímulos externos impuestos por otros y no elegidos por mí, quizás este amor por la escritura hubiera sobrevivido a todas esas distracciones y hoy estaría aquí escribiendo sobre lo bucólico de una infancia supermegaultradivertida.

O quizás no.

Vivir para escribir

Lo reconozco, muero de amor cuando alguien que me lee se ríe con mis barbaries, comenta con las amigas, comparte mis conclusiones majaras sobres la menopausia, la madurez o la maternidad y luego me lo cuenta. En los últimos días eso ha pasado varias veces y hoy cuando por fin me siento ante este teclado, con la pantalla en blanco y dispuesta a elucubrar sobre «Cómo follar en un idioma extranjero», «Estoy hasta las pelotas del verano» o «La crisis de los 40 (o se me caen las carnes que no es normal)», me doy cuenta de que HOY NO ES EL DÍA. Hoy os voy a contar POR QUÉ ESCRIBO. Escribía de niña, de adolescente, y después de un tiempo sin hacerlo, empujada por mis maravillosas amigas lo retomé en un blog que me hace inmensamente feliz. Escribo porque no conozco otra manera de darle forma a esto que me escuece en el estómago y sale hacia mi garganta, mis ojos, mis dedos; escribo para desahogarme, para reirme, para llorar; escribo cosas que no me atrevo a decir o que quiero gritar en tu cara; escribo para hacer homenajes hasta ahora silenciosos; ESCRIBO PORQUE NO PUEDO NO ESCRIBIR. Tampoco puedo dejar de leer. Allende, Machado, Bécquer, Valdés, Ende, Gala, Hosseini… me salvaron del aburrimiento de la hija única y ahora de la soledad monoparental. Neruda se me clavó con su poema número 20 y ahí sigue: «Puedo escribir los versos más tristes esta noche…» y lo vuelvo a leer y es como mirar la foto de un viejo amante; conoces sus recovecos, recuerdas su olor, su sabor… Me gustan las palabras, respirarlas, masticarlas. Me asomo sobre ellas y me cuentan cosas que su forma no dice. Huelo lo que leo y también lo que escribo. De adolescente escribía poemas. Quién me ha visto y quien me ve, ahora asalvajada perdida… Solo Mario los leía. Él fue mi único primer novio, «en las noches como ésta le tuve entre mis brazos. Le besé tantas veces bajo el cielo infinito…». Y pasados los años, los novios, las mujeres, los hijos, las canas… sigue queriéndome leyéndome. A veces pienso que escribir es la única manera de volver a la niña que él quiso y que yo enterré bajo capas de acidez, cinismo y mala hostia. Mario y mis textos son lo único que tienen en común Aquella de entonces y Esta de ahora. Escribo porque me da vergüenza exponerme pero me niego a vivir bajo la cáscara. Y por eso escribiría sin nadie que me leyera y escribo a pesar de que me leéis. GRACIAS.
 
Shopping cart0
Aún no agregaste productos.
Seguir viendo
0