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Etiqueta: juventud

Razones por las que volvería a los 20.

razones por las que volvería a los 20 Dirigiéndome a toda velocidad hacia los 43, echo la vista atrás y he de reconocer que, aunque estoy más feliz que una perdiz, siento nostalgia de mis años (más) jóvenes. Me miro en el espejo y creo que no he cambiado TANTO hasta que las putas fotos me devuelven a la realidad. No estoy mejor, no estoy peor. ESTOY DIFERENTE. Aunque la verdad es que eso no me importa demasiado. Hay otras cosas que echo de menos por encima de las carnes prietas y la ausencia de ojeras. Si quieres saber cuáles son, puedes leerlo en mi blog hermano, Weloversize.

Las primeras veces

Anoche conocí a un chico guapo y joven de cojones narices. Le dedicaré otro post titulado “Cómo asaltar cunas en tres pasos” y puede que lo convierta en un curso monográfico que seguro tiene gran aceptación entre mis comadres. Pero eso será otro día.

La conversación con el apuesto mozo, el final de curso de los niños, la llegada del verano y que soy muy del reflexionar, me han empujado hoy hasta este, mi amado blog, que llevaba un mes abandonado.

Una piensa que tampoco ha cambiado tanto desde los 25. Pensamiento estúpido que corroboran tus compis de colegio cuando afirman que “estás igual”, probablemente proyectando en ti lo que desean para ellos mismos. Y UNA MIERDA.

Si no te fijas, quizás pueda parecerte que esos pimpollos veinteañeros y tú no sois tan diferentes, pero míralos… Huelen a libro nuevo, a juguete de Navidad, a vacaciones de verano. Ellos están llegando y tú llevas tiempo aquí. Podrías escribir el guión de sus próximos 20 años sin equivocarte demasiado. Pero no lo haces porque ahí está la gracia, en caminar a tientas y dibujar tu propio mapa.

Volviendo al tema, ni para mejor ni para peor, pero NO ESTOY IGUAL que a mis 25, ni que a mis 35. El cambio Porfuera es fácil de ver. Ahí están las fotos: aquellas carnes prietas, la ausencia de ojeras y de estas malditas patas de gallo que NO HAY MANERA de difuminar digan lo que digan los fucking anuncios de Lancôme.

El Pordentro ya es otra cosa. Ay el Pordentro, ese que no se ve, PERO QUE SE NOTA.

Hay Pordentros muy jodidos, que viven de recuerdos y creen que aquellos momentos rollo Verano Azul de los 80 fueron lo mejor que les ha pasado y les pasará. Tendrán que vivir de rentas Veranoazulescas pa los restos. Las ilusiones no existen en esos Pordentros. La vida, para ellos, es una sucesión de rutinas preacordadas entre sus karmas y sus carnes. Para esos Pordentros la Felicidad es la ausencia de conflicto, SIN MÁS.

Y luego están los OTROS Pordentros. Esos que con los años ganan en perspectiva y que, aunque no escarmientan en cabeza ajena (frase favorita de mi amada madre), han tenido tiempo de hostiarse mil veces con su cabeza propia. A esos Pordentros les mueve la ilusión: por ver a un amigo, por hacer un viaje, por ir a un concierto, por cortarse el pelo, por escribir…

Los Pordentros Ilusionados y Escarmentados saben que “También esto pasará”, que de mal de amores no se muere, que hay noches en las que es mejor retirarse a tiempo, que hay que perdonar lo perdonable y empezar de cero mientras puedas.

No voy a hacer demagogias sobre lo maravilloso de la madurez, qué coño. Me molaba mogollón mi Pordentro (y ni os cuento mi Porfuera) infantil, adolescente, juvenil. Pero sé que no volveré al primer beso de aquel verano del 86, ni recorreré mi el mundo en mi Vespino, ya no me dejaré anochecer en la playa mientras mis amigos juegan al voley con las melenas al viento (actualmente calvicies incipientes). Ya no me matricularé en la Facultad de Derecho ni estrenaré mi carpeta de la Universitat de Barcelona (los de allí sabéis de lo que hablo), tan azul y tan nueva cada septiembre. Ya no descubriré Nueva York ni iré a mi primer concierto.

A este Pordentro le toca buscar otras Primeras Veces. Ahora se tiene que currar la chispa de la vida porque la que venía de serie se agotó hace tiempo.

Sí, mi Pordentro es Ilusionado, pero reconozco que mis momentos de felicidad máxima llegan cuando me subo a la máquina del tiempo y paso un finde sin hijos, con las amigas, enajenándome en el karaoke y volviendo a casa, zapato en mano, a la hora a la que normalmente me levanto.

Ayer le pregunté a aquel chaval qué quería ser de mayor. “Feliz” me dijo Él (que olía a libro nuevo, a juguete de Navidad, a vacaciones de verano). “FELIZ”. Quise decirle muchas cosas, como que más le vale serlo YA, desde anoche y para siempre.

Me encantaría decirle, a Él y todos los de su especie juvenil, que la vida está hecha de etapas, que todas tienen su encanto, que con los años uno gana en experiencia, sabiduría, sosiego… y que no echo de menos aquellos años de tersura cutánea y cerebral.

Pero mentiría.

Mañana llega el verano y ahí seguiré, buscando más Primeras Veces, cada vez más difíciles y cada vez más escasas.

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