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Reflexiones de una majara

La Incondicional

La Incondicional

LA INCONDICIONAL

Hoy os escribo desde el lejano Chile, donde estoy unos días de vacaciones. He venido a celebrar los 40 de alguien importante y, como el universo me adora por razones del todo desconocidas (creo que os lo había comentado antes), la visita ha coincidido con un par de conciertos de Mi Cantante.

Eso será dentro de dos días y aquí estoy yo a la 1.00 de la madrugada (las 6.00 en las Iberias, ojo jet lag) viéndome un concierto suyo enterito en YouTube a modo de aperitivo y para quitarme el mono que me acecha.

Os voy a contar algo a riesgo de que dejéis de leerme por majara, por desequilibrada o por obsesiva (que lo soy TODO): yo me he zampado 46 conciertos de este señor y cuando vuelva a España el próximo viernes habrán sido 48. No os equivoquéis. Escucho miles de músicas varias y NO puedo ser menos mitómana, ni menos romántica, ni menos nada. “Y UNA MIERDA” estaréis pensando.

Y entonces ¿POR QUÉÉÉÉÉÉÉ? Pues empiezo a tener alguna pista y para cuando acabe de escribir esto, tendré muchas más. Para empezar, Él es el punto que tienen en común mi Yo de hace 20 años con mi Yo de ahora. Es LO ÚNICO de lo que no me he cansado jamás, yo que me harto hasta de mi sombra. Él es mi banda sonora.

Le adoré en la Universidad desde que mi madre trajo su CD a casa, me siguió hasta Puerto Rico durante el año que estudié allí, me ha cantado en mis viajes a Nueva York, a California, a Atlantic City, a Sevilla, a Santiago de Compostela… Me ha acompañado en la radio del coche de camino a mis exámenes y de vuelta a casa de madrugada tras mil marchas descontroladas.

He vivido en varias ciudades, dejé amigos para encontrar otros, tuve varios trabajos, dos hijos, varios y variados amantes, estilos de vestir, el pelo largo, el pelo corto, el pelo de colores. He cambiado el “de dónde vengo” y mil veces el “a dónde voy”, siempre quiero más y a veces me quiero menos. Y ÉL sigue ahí, cantándome.

Cuando no me encontraba, escucharle me recordó quien era y donde quería estar. Su voz me ha alejado de lo gris recordándome que mi vida es la hostia y es mi obligación ponerle color cada puñetero día. Si alguien encontró mi grieta y metió los dedazos en ella, tras un par de canciones tuve la fuerza para rebanarle las manazas a quien fuera.

Él ha cumplido conmigo los 20, los 30, los 40… SIN DUDA, mi momento más feliz: cualquiera de esos 46 conciertos (y los que quedan). Y esto, darlings, es maravilloso. Tener una referencia de la felicidad completa te da un GPS muy útil: todo lo que me acerque a esa sensación ES BIEN y todo lo que me aleje PUES QUE VA A SER QUE NO. ¿Infantil quizás? ME IMPORTA UN HUEVO, es más, ME ENCANTA.

Jamás perderé la emoción previa a los conciertos (que es que no puedo ni comer), la tristeza al final de una gira, las mariposas en el estómago cada vez que le escucho en una nueva canción, el trance mientras le veo en directo.

Los que me conocéis sabéis que Mi Cantante es tan parte de mí como mis palabrotas, mi Nueva York, mis coletas despeinadas o mis 4 Cola Caos diarios. Y en dos días, durante dos noches, flotaré hasta pegarme al techo, en mi Momento Más Feliz de la Vida y me recordaré que debo quedarme ahí todo el tiempo posible.

Y he vuelto a poner el concierto en YouTube pero os dejo ya que se va haciendo tarde, más de las 3.00. Y yo que quería madrugar mañana para escribir un post desde Chile…

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