¿Es una boda? ¿Es un carnaval? Es un cumpleaños infantil.

Sí, ya había hablado de algunas pegas de la vida social de nuestras criaturas, de las Madres Coñazo, de esos Chats que tantas satisfacciones nos proporcionan, pero se me había pasado comentar los festivales cumpleañeros en sí mismos, que también tienen su telita.
Curiosamente, en la clase de mi hijo mayor, el 90% de los niños nacieron en junio. He llegado a pensar que era un montaje porque los cumples de verano como que molan mucho más que los hivernales.
El cúmulo de festividades me tenía un tanto amargadita hasta que decidí que HASTA AQUÍ HEMOS LLEGADO. Yo ya no voy a pasarme el finde conduciendo por las carreteras españolas en busca y captura de “El Club Superlux” para que pasen el día en la piscina y jugando a pádel, o los “Karts de Carlos Sainz” dónde pasarán la mañana para luego ir a merendar a la ludoteca “Chiquitín”. Pádel, piscina, karts, campos de fútbol, ludotecas de alto standing, hípicas…
Juraría que se os nos ha ido la pinza y os comento por qué lo creo:
- Se os olvida que hay vida más allá de los cumpleaños de los niños. Quizás os sorprenda, pero los padres también tenemos derecho a disfrutar y, llamadme tía rara pero mi concepto de disfrute no incluye conocer en profundidad el extrarradio madrileño o tirarme una hora de ida y otra de vuelta en el metro para pasarme tres horas con unas señoras que serán muy majas, pero no son mis amigas. Para colmo de males, soy abstemia y no puedo usar la técnica de mi amiga Sofía, que tan pronto llega al evento cumpleañero se da a la cerveza o al tinto y, claro, borracha cualquier tormento se lleva MUCHO MEJOR.

- Si a los diez años celebran su cumple con un festival de diez horas y un presupuesto de cientos de euros, ¿qué esperarán al cumplir los veinte?: ¿una actuación privada del Circo del Sol?, ¿una carroza en el Carnaval de Río? A algunos se les olvida que esto no es una competición entre padres. Ni entre niños.
- De verdad que no veo yo que los niños se lo pasen mejor con semejantes despliegues de lo que lo hacíamos nosotros con nuestros sandwiches de nocilla y foie-gras y aquellos vasitos blancos con Fanta de naranja, con nuestros (supermáximo) ocho amigos más cercanos, jugando una tarde en casa. Sin animadores, sin árbitros, sin caballos ni yincanas mastodónticas. Y ojo, SIN IPADS, X-BOX y demás gilipolleces propias de estos tiempos.
Los que me conocéis pensaréis que mis hijos han celebrado en alguna ludoteca. Sí, es verdad, pero en mi defensa diré que:
- Eran en pleno centro, con cienes y cienes de buses y metros para el fácil acceso.
- Los padres dejaban a los niños y se podían ir al cine, a hacer compras o a tomarse una cerveza, porque el local no estaba en un descampado (como otros que me he zampado yo).
Pero hasta contra eso me rebelo. Desde ya, los cumples de mis hijos van a ser en un parque, pero no de atracciones, NO. Parque, plaza, rollo público. Todos pa la calle, que es dónde tienen que estar los críos a estas edades: pegando saltos llenos de mierda hasta las orejas.
Sandwiches, Fanta, una pelota de fútbol y espacio para correr: más que suficiente.
¿No creéis?