Mi Madrid
Llegué a esta ciudad hace más de 12 años. Tras una larga deliberación conmigo misma de aproximadamente 10 minutos, decidí mudarme para comprobar que esa maravilla que vivía durante un fin de semana al mes (gente por la calle a todas horas, restaurantes y bares llenos, quedadas espontáneas para tomar cañas y tapas…) era una forma de vida y no una alucinación puntual.
“Una catalana que se va Madrid”, fue lo primero que escuché cuando anuncié mi decisión. Sí, me gustan Madrid, Sevilla, Londres y París, entre muchos otros lugares. Mis gustos no entienden de nacionalismos ni de fútbol.
El segundo comentario fue que cómo iba a renunciar a la calidad de vida de la isla en la que vivía a ratos. Y yo en esa “calidad” me ahogaba sin remedio.
Barcelona y la pequeña isla me cobijaron en el primer tercio de mi vida, Madrid quizás lo haga durante el segundo, espero que Nueva York me acoja durante el tercero y ojalá haya un cuarto tercio en el que me pasee por los cafés de alguna Rue.
Mi vida no cabe en un solo lugar.
Me gustan las ciudades, obtener información sin buscarla, y recibirla sin ser consciente de ello. En el trayecto que va de mi portal al metro me ilustro sobre qué películas se estrenan, cuales son los colores de moda, el siguiente concierto, las obras de teatro en cartel y el último bestseller.
Con solo salir a la calle me siento parte de algo.
Me distraigo observando a la gente, imaginando sus vidas, de dónde vienen y adónde van. Las estaciones de metro, con sus infinitas escaleras mecánicas, son el mirador perfecto: gente que baja y sube, con cara de sueño, de prisa, de tristeza o de nada.
Adoro el anonimato que me da Madrid. No hay prejuicios ni expectativas. Yo soy yo, sin mis circunstancias.
Puedo elegir entre la soledad o la compañía. Voy sola al cine sin que nadie me mire raro, me siento sola en un bar a leer, sin que un conocido inesperado (e indeseado) se siente a a mi lado, camino sola todo lo que yo quiero porque Madrid no tiene fin.
Me acompaño de antiguos amigos y gente nueva, personas de todos los tipos y colores con las que comparto diversión y pasiones. Muchos somos de fuera y tenemos tanto en común… Hemos decidido disfrutar esta ciudad que chorrea vida por los cuatro costados.
Madrid me abraza, me alimenta, me divierte.
Adoro la vida de barrio, ver a mis hijos jugar en la plaza, siempre con los mismos niños, que han crecido un palmo tras el verano, y me enternece que el frutero les llame por sus nombres y les cuente historias de su Ecuador natal.
A ellos les gustan los columpios de Olavide y Dos de Mayo, la Plaza Mayor con sus artistas callejeros y sus puestos de Navidad, Fuencarral donde todos los domingos tienen carta blanca para invadir la calle con bicis y patinetes.
Yo me pierdo en Las Salesas, en La Latina, en Chueca, en mi Malasaña del alma.
Hay muchas ciudades dentro de Madrid y a mí me apasiona no saber cual descubriré hoy.