“Mareadores Cuarentenos”: el musical.
Los cumpleaños, la Navidad, el Año Nuevo son excusas que el mareador espera como agua de mayo. Verás qué bien. Yo felicito, deseo todo lo bueno y, de paso, aprovecho para marear, que es lo mío. Estoy resumiendo mucho y, a veces, el pensamiento del mareador no es TAN consciente. Él nota unas cosquillitas, algo le falta, pero un 18 de marzo cualquiera le cuesta más encontrar la frase perfecta para llamar tu atención. Lo suyo es hacerse pasar por un ser educado y ZASCA, recordarte que existe, que te mola mucho y que, en algún rincón de tu corazoncito, albergas la esperanza de que se convierta en una persona normal y sus llamadas de atención tengan algún otro fin que no sea mantenerte pendiente de él hasta la eternidad.
Y llega una pandemia mundial, con su cuarentena de final incierto. Y el Mareador ve el cielo abierto, la oportunidad perfecta para preguntarte cómo lo llevas, comentar las mil noticias diarias, aprovecharse de tu tiempo libre, de tu aburrimiento y de su morro. No hay páginas en este blog para incluir la cantidad de mensajes que me habéis enviado haciendo referencia a este fenómeno paranormal. Tíos con los que llevabas cinco años sin hablar y que ahora te proponen saltarse la cuarentena para pasar por tu casa (de todos es sabido que la jeta del Mareador lleva asociada una inmunidad para el coronavirus desconocida por los del CSIC). Mareadores casados que, sentados en el sofá al ladito de su esposa, te envían guarrerías varias. Exmaridos que, de repente, sienten una nostalgia infinita, un amor desmedido, un arrepentimiento nunca conocido antes por la humanidad. UNAS ANSIAS DE MAREO COMO LA COPA DE UN PINO.

En el mejor de los casos ignoras el mensaje, porque lo veías venir. Porque llevas unos cuantos mareadores a tus espaldas y sabes que la ocasión le es propicia a este espécimen. En el peor de los casos, te planteas que esta situación surrealista que estamos viviendo, realmente hará mejores a muchas personas, les enseñará lo importante de la vida. Y resulta que lo importante en la vida del mareador eras tú, solo que no se había dado cuenta y por eso, de cada diez veces que te llamaba, quedábais una, con suerte; por eso desaparecía un mes sin dar explicaciones y aparecía como por arte de magia diciéndote cosas bonitas e inventándose las cinco muertes de su abuela. El caso es que ha cambiado, porque de todos es sabido que la gente cambia de manera radical pasados los treinta y ahora se muere por tus huesos.

Y tú te lo crees, manda huevos.
Días y noches pegada a la pantalla, juju jaja, que mira que nos lo pasábamos bien, que mándame una foto cachondona, que mira la que te mando yo. Que te echo de menos, que nos veremos pronto. Que lo de tener novia o estar casado tampoco es para tanto y es que ahora no me puedo separar porque mira tú la situación, a ver cómo encuentro yo un piso con la mascarilla puesta o cómo le digo a mi parienta que se lo busque ella, con lo depre que está con el ERTE. Imposible, pero ya verás que en cuanto nos lancemos a las calles, tú y yo pasearemos de la mano.
Y una mierda, amigui.
Me apuesto todos mis outfits cuarentenos a que, cuando la normalidad llegue, si no antes, el Mareador Cuarenteno desaparecerá. Mutis por el Forro. Si te he visto no me acuerdo y si te he mareado, tampoco.

Volverás a buscarle explicaciones a tan extraña e hijoputesca conducta y volverás a no encontrársela, básicamente porque no la tiene desde un punto de vista racional. El humano es así de complejo y así de egoísta. De nada sirve dejarte las neuronas en justificar comportamientos ajenos, mejor te centras en comprender el propio: ME HA VUELTO A PASAR.
Por enésima vez.
Y lo peor es que lo sabía.
Porque lo sabías, pero entre serie de Netflix y clase online de yoga te despistaste. Normal. Si tu Mareador Cuarenteno ya se ha pirado de tu pantalla, aplaude, eso que ganas. Si sigue ahí, dándote matraca porque en su Comunidad Autónoma no han entrado en Fase 1, en tu mano está el recordarte que tú no estás para hostias y que esto ya lo has vivido. A otra cosa, mariposa.
Entre los muchos síntomas del coronavirus no está la transformación radical en personal empática y ética, pero sí el estar blanditas porque la soledad, la incertidumbre y la preocupación nos afectan, como es normal. Céntrate en ti, querida, en llenarte de cosas que incluso ahora puedas conseguir: lectura, ejercicio, conversaciones con amigos que te den la vida, directos de gente interesantísima. Llénate de ti, los demás están de paso y los mareadores, ni eso.