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Lunes con sol

Lo que mola es la gente con ganas (entorno trampolín).

Lo que mola es la gente con ganas (entorno trampolín).

No voy a descubrir nada nuevo si hablo de la importancia del entorno en cualquier aspecto de la vida. Dicen que somos la media aritmética de las cinco personas con las que más tiempo pasamos. Paremos un momento a pensar quiénes son, cómo son y qué hacen con su vida. Si se te tuerce el gesto, mal vamos. Si lo que abunda entre ellos es la falta de motivación, de ilusión y de palante, empieza a plantearte que, si no se te ha contagiado ya el virus de la mediocridad, suerte tienes, pero no la tientes, amigui.

Me gusta la gente con ganas. Ganas en general. Ganas de reír, de quedar con amigos, de embarcarse en proyectos nuevos, de que su vida se parezca peligrosamente a sus sueños. Gente que se levanta cada día con la intención de aportar algo a alguien y de descubrirse un poco más. Gente curiosa, para la que el aprendizaje no es un coñazo, sino la razón última de su existencia, para los que absorber la magia de todo lo que les rodea no es solo una necesidad, sino un placer. 

Rodeémonos de gente con ganas, seamos esa gente. Qué perezón más grande dan esos que miran de reojo a los que caminan entusiasmados por cualquier cosa. El gafapastismo criticón de la risa y el despiporre. Las tribus de mujeres que critican a mujeres, de personas que se pasan la vida observando las vidas de otros porque de la suya ya no queda nada, se deshizo entre las calles amargura y envidia.

Cuántos sueños se desvanecen porque carecen del abono que todos buscamos (o deberíamos), ese compuesto de amigos dispuestos a escucharte, a confiar en ti y a animarte en tus hazañas aunque no las entiendan. Ni falta que hace: con que tú seas feliz, yo lo soy.

A veces es complicado encontrar una panda que te empuje y te eleve. Algunos viven en lugares pequeños, donde el miedo a la crítica y el aburrimiento no son un buen caldo de cultivo, pero amiguis, que ahí tenemos Internet, con su alcance galáctico y una cantidad bestial de personas buscando personas, de mujeres buscando mujeres, ansiosas por contar lo que les pasa para no sentirse únicas y locas, para conseguir ese aliento que no encuentran en los que están al lado.

Huyamos de los entornos castrantes, ya sean padres, hijos o espíritu santo. Hay mil foros, espacios de coworking, reuniones donde contar tu idea, videoconferencias con quien, desde el otro lado del mundo, te cuenta cómo llevar tu objetivo a buen puerto. Tienes la misma estructura genética que ellos, sois capaces de lo mismo. El mundo entero está a un click, literalmente. Nos pasamos la vida con la nariz pegada a unas redes sociales que pueden ser tan dañinas cuando lo que buscas es evadirte, como útiles y milagrosas cuando las usas a tu favor: investiga, pregunta. Te sorprenderá cuántos están dispuestos a compartir su experiencia contigo como antes otros lo hicieron con ellos.

Abogadas que decidieron que vivirían de hacer las mejores tartas del planeta, publicistas que lo dejaron todo para llevar grupos de mujeres a Nueva York, ejecutivos que ahora son expertos en educación socio-emocional. Probablemente no lo hubieran conseguido sin una mano amiga, sin el aplauso de congéneres con tantas ganas como ellos, sin sacudirse miedos propios y ajenos.

A veces miramos el mundo como si sus habitantes fueran alienígenas con superpoderes, mucho más inteligentes que nosotros y con una capacidad fuera de nuestro alcance. Excusas, mentiras que nos contamos a nosotros mismos. Cuando esos extraterrestres forman parte de nuestro círculo y caemos en que algo habrán visto esos seres extraordinarios en nosotros si son nuestros amigos, la existencia se convierte en algo excitante, divertido y lleno de posibilidades que no podemos desaprovechar. Si no es el caso, en nuestra mano está deshacernos del entorno castrante para encontrar el entorno trampolín. Y luego no habrá marcha atrás.

 

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