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Lunes con sol

Lunes con Sol (11 de febrero de 2019)

Lunes con Sol (11 de febrero de 2019)

The Romanoffs

Ya os hablé de esta serie de Amazon Prime Video la semana pasada. Es buena, buenísima. Pero no la menciono aquí por eso, sino porque las coincidencias con mi vida dan hasta miedito.

La trama del capítulo 4 transcurre en Nueva York. Y diréis: vaya una mierda de casualidad, pues no habrá pelis y series situadas en la Gran Manzana. No es eso. La primera localización es el restaurante de Bergdorf Goodman, que me apasiona por sus vistas a Central Park, porque es un nido de mujeres manhattanianas de pura cepa, con manipedis impolutas y bolsos supercalifragilísticos. Sale en mi novela y en mi próximo libro no una, sino varias veces. La prota de The Romanoffs, deja Bergdorf y se va directa a Strand Books, mi librería favorita de Nueva York que, adivinad, sí, sale también en mi novela. Y para tomarse un refrigerio, ¿qué lugar elige? Las mesitas de Madison Square Park, en las que me paso media vida neoyorquina y donde Sofía Miranda, la protagonista de mi novela, y yo misma nos hemos zampado más de una y más de dos pizzas del glorioso Eataly.

La cosa no acaba aquí.

En un momento dado, se ve el fondo de pantalla de Amanda Peet (la prota del capítulo), y aquí es donde la cosa empieza a darme miedito: es una foto de las torres del San Remo. La mismas que ocupan mi propia pantalla desde hace años.

Todavía hay más.

A la mujer la ingresan en el hospital (lo siento por el spoiler) y en la habitación hay un solo cuadro ¿Con qué imagen? la del Bow Bridge, el puente en el que empieza mi novela, mi lugar en el mundo. El paisaje que visito CADA DÍA cuando tengo la suerte de estar en Manhattan. Pegadito a las susodichas torres del San Remo.

Muy fuerte todo. Y sigo.

En el capítulo siete, una pareja viaja a Rusia para adoptar un bebé. Adivinad dónde adopté yo. Vale, no van a Moscú, como servidora, pero viajan a Vladivostok, de donde es oriunda la amiga que me acompañó en mis viajes. Y sus andanzas son igualitas que las mías. Gracias a Dios, no han ofrecido la versión endulzada y falsa de otras pelis. Aquello es áspero, turbio, enemigo. Duro de narices. No he acabado el capítulo porque aparecieron mis propias criaturas rubias y no me pareció pertinente que vieran esa ficción que para nuestra familia no lo es.

Y para mí, que soy de las que cree que la casualidad no existe, este maremoto de señales extrañas me plantea muchísimas preguntas que nunca serán respondidas, supongo. Quién sabe.

Tres libros.

Me he propuesto leer un mínimo de veinticuatro libros en el 2019. No voy mal. De momento me han encantado todos. Ya es raro.

Una educación, de Tara Westover. Autobiográfica. Sobre cómo superar las creencias heredadas y trazar tu camino a pesar de las dificultades. Más que leer, nadas en esas páginas.

Corazón que ríe, corazón que llora, de Maryse Condé . Especial mención a las joyas que son los libros de editorial Impedimenta. Qué bonitos, qué cubierta, qué marcapáginas, qué calidad.

Conversaciones con Karen BlixenMuy cortito, para leer en un par de horas. Qué atemporal es la inteligencia…

La importancia de empezar bien el día

Mi amigo del alma está de visita en Madrid y uno de mis tantos propósitos es empezar el día juntos siempre que podamos y, a poder ser, en un emplazamiento especial. De momento llevamos unas napolitanas de chocolate en La Duquesita (porque si hay que engordar que sea con mucho placer) y un amanecer absolutamente conmovedor en El Retiro con posterior desayuno y permanente descojono. Porque aquí hemos venido a reírnos y a nada más. Porque el resto del día pesa menos y es más dulce cuando saltas de la rueda de hámster. Porque no somos eternos.

La casa de mis sueños

El otro día me zampé unos capítulos de Stay here, un programa de Netflix en el que una pareja de diseñadora y planeador de negocios (o algo así) transforman casas para que sus propietarios las alquilen en Airbnb y saquen una pasta gansa. El caso es que, por supuesto, las dejan ideales de la muerte y a mí me entran unas ganas locas de tener una casa fabulosa, no demasiado grande, con chimenea, terraza desde donde ver los tejados de Madrid y una cocina enorme con isla en la que no cocinar porque no me gusta, pero amo los espacios bonitos. Incoherente, ya. Y qué. El caso es que ya estoy coleccionando recortes de revistas de decoración para colocarlas en mi corcho del buen rollo y las proyecciones futuras. Soy feliz con solo mirarlo.

Chenoa, a su manera

Chenoa ha sacado single y me encanta. No es ningún secreto que somos amiguis, pero es que tenéis que ver el vídeo y escuchar esa letra. Ojalá nos entre en la cabeza y en el esternón. Somos todas válidas, somos diferentes y tan parecidas, no tenemos que justificar decisiones que solo nos atañen a nosotras. A quién le importa. Seamos libres y felices. Ya paro. Os lo dejo aquí, para que lo disfrutéis y os peguéis unos bailes, porque bailar como una majara es de las pocas cosas importantes de esta vida, aparte de la risa, claro.

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