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Etiqueta: besos

1986: el año del último morreo.

La obsesión musical de esta semana ha sido Lionel Richie. La semana anterior Stevie Wonder. Estoy muy afroamericana últimamente…

 Escuchando al bueno de Lionel recordé que “Say you, Say me” fue la primera lenta que bailé.

1986: el año del último morreo

Si no sabes lo que eran las lentas es que tienes menos de 40 y   no has vivido algo que marcó la adolescencia de toda una generación. Lo siento por ti pero es así: en la vida de todo teenager que se precie hay un antes y un después de Las Lentas.

Yo descubrí este fenómeno allá por 1986 en una disco a la que íbamos los domingos de 5 a 9.

1986: el año del último morreo

Durante toda la tarde te deleitaban con los temazos de Rick Astley, Modern Talking, C.C. Catch, etc. y a las 19.00 en punto, cortaban de sopetón. Silencio tenso de 5 segundos, pulso acelerado, pupilas dilatadas y La Primera Lenta. 

Pista completamente vacía, buscas con la mirada al chaval que te mola esta semana y hostia que no lo ves…

 nervous

Te quedas tiesa como un palo, sin hablar con tu amiga que está sentadita a tu lado y lleva el mismo tupé exagerao que tú. Vaya a ser que si hablas crean que estás demasiado ocupada como para querer bailar. Sueltas comentarios súper cortos y en plan ventrílocuo para que nadie se percate.

Dedos cruzados por debajo de las mangas hiperlargas de tu jersey Privata…

Ruegas al cielo que aparezca y te diga “¿bailas?”.

pray

En ese momento tú soltarás un “vale” de lo más relajado, como si no llevaras pensando toda la semana en esa media hora que cambiará tu vida PARA SIEMPRE.

Sudores fríos. No aparece. Esto dura 30 minutos y ya han pasado 3.

Al que sí ves es al número 2 del Ranking Semanal. Se acerca. “Mierda. Y si, ¿mientras bailo con este aparece el número 1?¿ Y sí le digo al 2 que no y el 1 no se presenta? ¿Y si digo que no y el 1 aparece pero no me saca? Mi vida pende de un hilo”.

duda

Estoy convencida de que parte de mis canas se deben al estrés acumulado en aquellos domingos del 86.

Y os preguntaréis ¿tanto rollo por un baile? Noooooooooo, lo importante era…¿la conversación? No, no recuerdo cruzar ni una sola palabra en medio de aquella minipista redonda. Lo importante era el momento en el que, usando la bola de espejos discotequera a modo de muérdago, el número 1 o en el peor de los casos el número 2, deslizaba su barbilla desde tu oreja hasta tu comisura con voluntad de morreo inminente. Y te morreaba. Y lo flipabas.

1986: el año del último morreo

Porque en el 86 el morreo era EL MORREO, no un preludio necesario de lo que va después. El Morreo era un ente en sí mismo, con vida propia. Era el fin y era el medio. Y había que hacerlo bien, porque era lo único que existía en el mundo. Todo desaparecía alrededor de El Morreo. Había tiempo limitado porque Las Lentas duraban 30 minutos. Más allá de eso reinaba la incertidumbre. Morrearse en el minuto 33 implicaba, como poco, que salíais juntos.

A medida que pasaron los años Las Lentas se fueron diluyendo, los 30 minutos se acortaron hasta desaparecer.

El Morreo, pasado el 89, se infravaloró sin remedio. Y así nos va.

Podríamos forzar la máquina y organizar una fiestecita con música de los 80 a ver si lo recuperamos, pero ya no sería lo mismo.

Ya no llevo tupé ni un jersey Privata. No hay bola de espejos discotequera. No me gusta  un Chaval cada semana, ni uno al mes. Con suerte uno al año. Y se supone que después del morreo debería venir el sexo, un noviazgo no muy largo, la boda y/o los hijos…Y eso le quita magia, quieras que no.

Así que me conformaré con escuchar a Lionel hoy a las 19.00 en punto. Cerraré los ojos y me acordaré del número 1 y del número 2 y de todos los números de los que me enamoré cada semana y que me besaron bajo aquella bola, durante media hora, en la minipista de los Domingos del 86.

1986: el año del último morreo

Descojonarse viva (u otra versión del Mindfulness).

Ayer fue un gran día, que se convirtió en una gran noche, una de esas que compartes con viejos y amadísimos amigos, con algunos recientes e igualmente queridos, y con otros que no lo son, pero que quizás lo sean algún día gracias a veladas como la de anoche, donde la comida lleva a la merienda, a la cena y, si en lugar de lunes, hubiera sido viernes, probablemente al desayuno.

Os lo quería contar deprisa y corriendo porque allí había otro bloguero que, sin duda, reflejará el despiporre maravilloso que vivimos. Quería ser la primera en hacer una reflexión sobre las relaciones humanas, las emociones humanas, la diversión humana, la supuesta madurez humana (y lo que de ella se espera), la amistad humana e incluso los besos humanos.

Pasada la resaca de las carcajadas me quedo con que, durante varias horas, no pensé en nada más que en lo que allí hacíamos, en las historias que se contaban y en no desmayarme de la risa.

Leí hace poco una entrevista a Daniel Goleman, el gurú de la inteligencia emocional, en la que hablaba de su nuevo ensayo “Focus”, en el que expone que la atención es un músculo que debe entrenarse, que las distracciones impiden que desarrollemos tareas de una manera óptima y nos relacionemos de una manera funcional porque siempre hay un correo electrónico, un Whatsapp o similar dispuesto a joder la marrana (él no lo dice así, pero casi). Goleman apuesta por la meditación como herramienta para fortalecer la concentración. Pero señores yo ayer, una de dos, o medité de una manera muy innovadora, o ejercité otra manera de concentrarme: EL DESCOJONE CONTINUO. No lo toméis a broma ni penséis que estoy banalizando sobre el tema, LO DIGO TOTALMENTE EN SERIO.

Goleman también comenta que “En un océano de distracciones, quien aprende a estar atento gana la partida.” Pues bien, AYER LA PARTIDA LA GANÉ YO. (Aquí me da el subidón y pongo “Young Hearts Run Free” a toda castaña mientras escribo) y pienso seguir ganándola.

Yo, que soy dispersa hasta decir basta, sé que la felicidad es anclarme al presente, a ese puñetero segundo que no va a volver jamás de los jamases. Y la risa me agarra los tobillos de este coco disperso y hace que no quiera estar en ningún otro sitio.

Ahora pensaréis que vivo descojonada.

Pos no.

Pocas cosas me generan esa risa tan concentradora o concentrantiva. Sí hay otras actividades gracias a las que el mundo desaparece: bailar como una loca, ver una buena peli, un concierto de Luis Miguel, leer (a Isabel Allende, a Zoe Valdés, a Hosseini…), un beso rollo “Oficial y Caballero”, escribir y escribir…

Y miro alrededor y cualquiera diría que lo tengo, o lo tenemos crudo siendo madres.

Porque no hay tiempo, porque uno no se imagina a una madre bailando a las 3 de la mañana, ni yendo al cine dos noches por semana, ni mucho menos jugando a verdad, atrevimiento  o beso un lunes a medianoche.

PUES ME IMPORTA UN HUEVO.

Que yo no he venido aquí a de sufrir, que lo de la reencarnación está muy bien pero yo no me acuerdo de mi último yo, ni de como se lo pasó, y lo mismo le pasará a mi próximo yo.

Conclusión y vamos acabando: que anoche me lo pasé pipa y hoy pienso hacer lo mismo, pero sin trasnochar que la palmo. Y que todos deberíamos buscar esos espacios que nos molan tanto que olvidamos el planeta Tierra y sus vicisitudes.

Ahora esperaré ansiosa el post del otro bloguero, siempre tan ingenioso, lúcido y deslenguado.

Pasad un feliz día de descojone.

Lentejas: las tomas o las dejas (otra versión del Mindfulness).

 

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