Cómo despedirse del Mareador de una vez por todas. Pero de verdad.
A ver, amiguis, que ya he escrito sobre el tema una y otra vez. Por aquí, por aquí y por aquí. Pero seguís enviándome mensajes de S.O.S. Él sigue que te sigue, te llama, no te llama, te mensajea, quedáis, te deja colgada, te enfadas, le ignoras, le ignoras, le ignoras, te suplica, te suplica, quedas con él, te pega un meneo, te ignora, le llamas… Y así podríamos seguir por los siglos de los siglos.

Ahora estás pensando, qué hijaputa la Aguirre que lo está contando tal cual me ha pasado. Pues claro, chata, que esto es sota, caballo y rey. El Mareador, MAREA. A todo bicho viviente. Que se deje, claro.
Lo primero para acabar con esta puta tortura que te va a volver (más) majara, es querer acabar con esta puta tortura. Pero de verdad. Vale, quizás el primer paso sería cómo querer acabar con esto. La cosa es tan fácil como extremadamente difícil, vamos allá: recuerda que las relaciones son como una estufa, tú metes leña y recibes calor. Si no notas que te calienta, no metas más leña. La estufa no necesita más leña, la estufa no necesita una leña diferente, la estufa no se va a arreglar, porque, dejémonos de metáforas: EL MAREADOR NO ES RECUPERABLE.

Otra estrategia para querer acabar con el coñazo del mareo es imaginarte en una peli. Tú eres la protagonista y él es el chico de la peli, el chico mareador, se entiende. Enciende la tele y observa el filme desde el principio, analiza a esa prota desquiciada, y plantéate si te gusta o si preferirías coger el toro por los cuernos y empezar a tomar decisiones.
Tercero: quiérete, pero a lo salvaje. Quizás no eres la más guapa, ni la más lista, ni la más de nada, pero desde luego, eres la más Tú. Eres gloriosa por existir, y como gloriosa te tiene que tratar el mundo. TODO EL MUNDO. El que no lo entienda: fuera. Caminen. Ciao, bacalao.
Vale, ahora que lo tienes clarísimo, llama a tu mejor amiga, queda para tomar un café y dile que es para algo importante. Por aquello de que vaya preparada mentalmente. Vas a bloquearle en WhatsApp, en Facebook, en Instagram, en Twitter y en la vida entera. ¿Necesitas para eso a tu amiga? Pues obviamente, porque, como es normal, no eres capaz de hacerlo sola. Ella está ahí para apoyarte, para darle al botón si tú no tienes lo que hay que tener, para lanzar el móvil por la ventana si es necesario y para iros de karaoke posteriormente porque las penas cantando a la Jurado son menos penas.

Ya está bloqueado y tú, resacosa. Ahora necesitas, al menos, cuatro amigas de emergencia a las que llamar o mensajear cuando tengas la tentación de llamarle o mensajearle. Digo cuatro porque, si solo es una, va a acabar odiándote y aquí no estamos para perder amiguis, sino Mareadores molestos.
Cada vez que sientas la tentación, cada vez que se te olviden las mil veces que te ha tocado la moral, cada vez que le eches de menos, llamas a Maricarmen, que tiene la obligación de recordarte cuando el innombrable no te contestó durante semanas, cuando donde su abuela murió por sexta vez y cuando te dijo que le encantabas y luego pues fue que no tanto. Ay, que es que estaba un poco borrachín, perdona, que no pensaba lo que decía.

Mímate, pero en plan muy bestia. Llena todos esos huecos que dejan tus pensamientos por él, de autoamor, masajes, manipedis, salidas con las amigas, series a tope de buenorros. Córtate el pelo, compra flores, escucha tu música favorita, cómete un Donuts de chocolate, ve a comer con tus amiguis a un sitio bien cuqui. Planea tus vacaciones, de Navidad, de verano, de lo que sea, qué más da. El caso es ilusionarte. Baila mucho, haz deporte, ve a yoga.
Ojito porque estás blandita y es fácil que caigas en la trampa de un nuevo Mareador. Lo de un clavo quita otro clavo, en este caso, no es tan cierto. Las defensas están bajas y los clavos también arden. No te agarres.
Vuelve a ti, pasa el luto, sé feliz.
Pasadas unas semanas, pensarás que ya estás curada, ya paso de él. Qué bien. Y tendrás la tentación de cotillear sus redes, de desbloquearlo. Total, si no era para tanto.
ERROR. ERROR. ERROR.

No hay plazo estándar para contactar, así como no hay ninguna necesidad de volver a hacerlo. Si queremos decir algo, dos años y varios polvetes con tíos maravillosos más tarde, puedes satisfacer tu curiosidad por el maromo. NO ANTES.
Ahora ya hemos finiquitado el proceso de desintoxicación. Solo queda una cosa: no reincidir. Ya sabes cuales son las señales, ya sabes que las estufas están para calentar, y ya sabes que te mereces de lo bueno, lo mejor.
Marea a tu tía Rita, a mí ya me has visto.
