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Reflexiones de una majara

Cómo mandar a la mierda el síndrome de la impostora.

Cómo mandar a la mierda el síndrome de la impostora.

Es una epidemia, una plaga de dimensiones catastróficas. Mujeres desconfiando de sus capacidades por mucho que la evidencia demuestre que son inteligentes, válidas, exitosas. No me merezco esto que tengo, cualquier día descubren que soy un fraude. Oye, y que da igual si te sacaste la carrera con notazas, si llegas a los objetivos en el curro, si te han dado premios a troche y moche.

Esto ha sido cosa de la suerte. Como no me lo curre en plan salvaje (más aún) todo se va a la mierda, porque como no soy ni muy lista ni muy hábil ni muy nada. Y si me sale bien será gracias a que me he dejado la vida en ello, no a que yo sea muy lo más de lo más, así que a la próxima (o sea, mañana mismo) volveré a desgañitarme viva. Y así hasta la eternidad.

A lo mejor es que, en el fondo, no quiero destacar porque, históricamente, a las que intentan asomar la cabecita de entre la multitud, se las ha castigado: por marimandonas, por sabiondas, por tocapelotas. Me rompo los cuernos por sobresalir, pero hay algo que me empuja hacia abajo y ese algo es mi miedo a no encajar en la creencia mastodóntica de que los que suben son Ellos. Alguna Ella, pero pocas, solo las de cualidades supercalifragilísticas. No es mi caso.

Tus amiguis te ven como una tía lista, talentosa y fabulosa, tú opinas lo mismo de ellas. Todas pensáis que la de enfrente está como una cabra ¿Cómo me vas a admirar tú a mí, si tú eres lo más de lo más, y yo voy parcheando y derrapando día sí y día también? Me ha dicho que estoy muy mona porque me ve con buenos ojos. Yo me veo unos pelacos horribles. Por no hablar del óvalo facial, que se me deshace por momentos. ¿Lo de mi ascenso? Esta vez se la he colado a mis jefes, pero no volverá a pasar.

Y el caso es que el puñetero síndrome no discrimina, que lo mismo Kate Winslet piensa que no es tan buena actriz, como que Jennifer López no ve muy claro que valga para el choubisnes. Lo de los setenta millones de discos vendidos es puritita casualidad.

¿Qué hay hombres que sufren este mal? Pues sí, pero es que lo nuestro es masivo, queridas. El síndrome nos posee de una manera muy salvaje desde pequeñitas.

Y como a problemas, soluciones, vamos a ver si arrojamos un poco de luz sobre esta cosa tan molesta y así nos valoramos un poquito más y nos machacamos un poquito menos. Propongo lo siguiente:

  • Haz caso tus amiguis: porque si ellas, que son tan fantásticas creen que tú lo eres, habrá que darles la razón. No va a ser lo único en lo que estén equivocadas. Diles que escriban una lista de tus cualidades, imprímela y te la plantas al lado de la cama, o en el baño, o donde sea que la veas cada dos por tres.
  • Observa a tu alrededor, ¿de verdad el resto es tan guay y tú tan mediocre? Venga, VA.
  • Habla con otras. Con cualquiera. Lo típico de hablar con las madres a la puerta del cole o en la sala de espera del médico. Saca el tema, date cuenta de que ellas, como tú, como tantas están majaras perdidas con el rollo de la impostora. Y no por lo de mal de muchas, sino para comprobar que es un rollo metan tuyo, de ellas, de tantas.
  • Deja de compararte con el resto del planeta y, si no puedes evitarlo, coño, compárate con todos, no solo con los de las cúspides. Y si te comparas con tu yo de hace un par de años, pues mejor que mejor.

Y ya me cuentas.

     

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