Reflexiones de una majara
Cosas que he aprendido (esta semana)

Que amo el silencio por encima de unas cuantas cosas y que por eso voy a perseguirlo. Vale, esto ya lo sabía, pero no hago más que corroborarlo. Que hay un pueblecito en el Baix Empordá llamado Monells que es sumamente medieval, bonito y silencioso donde pienso pasar algunos días de mi vida, porque hay lugares que te abrazan en cuanto los vislumbras y a los abrazos hay que hacerles caso.
Que hay abrazos que no caducan, que no decaen, como esos que me estoy dando sin pausa y sin prisa con las amigas con las que compartí colegio durante tantos años. Que hay personas con las que todo está contextualizado, que son desde siempre, que son familia, que son esa parte de ti que se quedó por el camino mientras crecías o decrecías, según el caso. Que treinta años no son nada si aquel chaval con el que paseabas en moto durante horas sigue siendo igual de amable, de risueño y de tierno que a los quince. El fondo, la forma, lo de siempre.
Que las casas, los cuerpos y los cerebros se estropean si no los usas, si no los aireas, si no los mantienes. Que el cuerpo más bonito del mundo se convierte en escombro cuando lo maltratas y que la mente se derrite con esa misma facilidad. Que eso que haces cada día un poquito es una barbaridad al cabo de treinta años, ni te cuento al cabo de sesenta, y es lo que define quién eres y quién serás. Puede ser beber, hacer ejercicio, drogarte, leer, pasear, regodearte en tu propia mierda o compartir tiempo con gente maravillosa, tú eliges. Que, lamentablemente, a veces solo te das cuenta cuando ya no hay marcha atrás y que, afortunadamente, muchos estamos aún a tiempo de tomar las decisiones adecuadas: esas que nos harán aplaudir cuando no quede tiempo hacia delante y hayamos celebrado todo el que hay detrás.
Que no hay mayor aprendizaje que observar a los que ya lo han hecho, o a los que no lo han hecho. A los que lo hicieron bien y a los que lo hicieron mal. A los que se dejaron llevar o a los que agarraron el volante.
Que la Sol de cuarenta y ocho le arrearía bastantes más collejas a la de doce que a la inversa. Por qué tan obediente, por qué tan responsable, por qué no seguiste escribiendo, so gilipollas. Menos mal que aquí estás, ensimismada ante el teclado mientras tus adolescentes duermen. Menos mal que un día decidiste preguntarte, chata.
Que la adolescencia va por libre y no tiene nada que ver con tu voluntad o con tus sermones y que mejor es respirar y rezar para que todo salga bien en lugar de darte cabezazos contra muros ajenos. Y mientras tanto disfrutar, ir un poco a tu bola. No te lo están haciendo a ti, solo les está pasando. No tienes la culpa. No hay que empujar todo el rato. Nada es tan grave, ellos tampoco.
Que la sabiduría no es otra cosa que observar, elegir y aplicar. Que la valentía, la creatividad y la ambición se entrenan, como todo. Que la ambición no es querer tener más, sino querer ser mejor. Que ser mejor es saber más.
Comments (5)
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Querida Sol, siempre tienes la costumbre de sacarme una sonrisa con cada uno de tus textos, de seguir asombrándome la capacidad tuya de poner palabras a sentimientos compartidos. De hacerme llegar y ver aquello de lo que yo sola, no he sido capaz. Por supuesto, una vez más, atesoraré este texto con mucho gusto. Gracias, de corazón.
Esa ambición sí me describe.Gracias!
Cómo lo haces??? Gracias por poner en palabras tantos pensamientos…
Intuyo un día de esos complicados en los que acabas con una sensación agridulce… Agri por que siempre piensas si podías haber reaccionado, hecho, dicho, de otro modo más “algo”… Dulce porque acabas concluyendo que todos, ellos, hasta tú, tenemos nuestros procesos, nuestros espacios nuestra tiempos.. Y el aprendizaje es evaluación continua…. 😉
Un besazo de una agradecida e incondicional ❤️
Amo leerte, parece que fuera yo la que escribo!!!!