Skip to main content
Cosas que me pasan

Cosillas que te pasan en el médico si tienes tetas.

Cosillas que te pasan en el médico si tienes tetas.

Ay, amiguis, que cuando una piensa que lo ha vivido todo, va al médico y sale flipando en colores. Aquí la menda fue ayer por primera vez al cardiólogo. Nada grave: unas taquicardias ligeras. Claro, que no me extraña porque estoy TOTALMENTE desquiciada. El caso es que llego allí y me planto ante un médico bastante buenorro, de unos treinta y cinco. Mira tú qué bien, ya que pierdo la mañana, al menos me alegro la vista.

Yo pensaba que me tomaría la tensión, me haría las preguntas de rigor cuyas respuestas son siempre: NO, NO Y NO (Ni fumo, ni bebo, ni nada de nada. Una existencia de lo más lastimosa). Tras el interrogatorio me daría el papelito para las pruebas de esfuerzo y listos.

Pues no fue así la cosa.

Tras mis tristísimas respuestas, me indica que me siente en la camilla “Desvistiéndome de la parte de arriba”.

Ah.

Que si la tensión, que si el estetoscopio. Bueno, vale.

“Ahora te quitas el sujetador y te tumbas sobre tu costado izquierdo con el brazo bajo la cabeza”.

Hostias que yo soy de letras y me hago un lío.

Repito en alto  “Costado izquierdo…. Brazo izquierdo…”, ejecutando tan complicada orden. Lo consigo.

El doctor, preparando el ecógrafo me indica entonces “Ahora con la mano derecha, levántate el pecho derecho”.

Yo que me quedo parada durante unos segundos tal cual si me hablaran en japonés. La mano, la teta, que me la levante, PERO QUÉ DICE ESTE HOMBRE.

Y repito… “Mano derecha…. Pecho derecho…”.

¿Pero cómo que me la levante? ¿Hacia arriba? ¿Hacia un lado?

Cuando creo que lo estoy haciendo super bien, le pregunto “¿Así?”, con la zarpa recogiendo toda la masa. Y el tío guapo que asiente mirando la pantalla, así, sin prestar atención. Visualizad el cuadro: yo era una especie de maja semivestida con unos vaqueros negros, los tetoncios uno para un lado, otro para el otro, sin estar segura de que tenía la mano adecuada en la teta correcta. Un puto desastre.

Y entonces viene el chorro de gel para la ecografía.

Dios mío, esto no puede ser más surrealista.

O sí, porque tras pasarme el ecógrafo por el esternón mientras yo intentaba que mi ubre derecha no se desparramara sobre el aparato y la mano que lo sujetaba, llega la siguiente indicación.

“Ahora con la mano derecha te levantas el pecho izquierdo”.

Y yo: “mano derecha… pecho izquierdo…”

Pero claro, aquello era más complicado, porque la mano está más lejos, porque para levantar esta teta había que retorcerla más. Y venga más gel. Y yo otra vez “¿Así?”, supercómoda toda yo,  y él otra vez que asiente, sin mirarme.

Y acabamos la eco, GRACIAS A DIOS.

“Siéntate y ahí tienes papel para limpiarte”.

Para limpiarme los tres litros de gel viscoso de pecho, tetas, costillas. DE TODO MI SER.

Por más papel que cogía, aquello no desaparecía. ESTO ES UN INFIERNO.

Por fin consigo quitármelo, me visto y, al salir a la calle, llamo a un amigo para contarle mi aventura. Coño, al menos me echo unas risas, es lo mínimo.

Y mientras le relataba mi sujeción masiva de tetas, recuerdo que estos pechos míos ya tuvieron otro episodio igual de tremendo. Sí, queridas, no sé si os ha pasado, pero a mí me hicieron una resonancia de tetas. ¿Que cómo es eso? Pues muy fácil. Está el cacharro ese enorme de hacer resonancias, que yo ya conocía bien por mis muñecas problemáticas. Lo que yo no sabía es que una cosa es que te resuenen las muñecas o los tobillos, y otra muy diferente son LOS PECHOTES. Allá que entro yo en la habitación y veo un plástico con dos agujeros, una especie de huevera gigantesca.

Yo que miro al señor resonador (que, curiosamente, también estaba bueno) y él que asiente mirando la huevera “Túmbate ahí, por favor”. No sé si os podéis imaginar el espectáculo: la batita de hospital que hay que abrirse y, haciendo una flexión digna de atleta olímpico, insertar las tetas justo en el orificio dispuesto para ellas. Por supuesto, no encajan a la primera y hay que acabar modo manual, empujando trozo de teta por aquí y por allá. 

Para morirse, amiguis.

Levantarse de allí no fue cosa fácil: otra flexión estupenda, desencaja teta, abróchate la bata verde. Ciao, dignidad. En fin, chicas, que yo ya no sé si esto me pasa solo a mí, porque nadie me cuenta nada parecido, o es que al resto le da vergüenza y cierra el pico. Iluminadme.  

Comments (6)

Los comentarios están cerrados.

Shopping cart0
Aún no agregaste productos.
Seguir viendo
0