Skip to main content
Reflexiones de una majara

Si quieres ser feliz, hazte preguntas.

Si quieres ser feliz, hazte preguntas.

Como coach, me paso la vida haciéndoles preguntas a mis coachees y también a las alumnas de mis cursos. Como persona, el descubrir la importancia de preguntar y preguntarme, me ha cambiado la vida.

En cuanto a nuestras relaciones, el manido “¿Cómo estás?” toma una nueva dimensión cuando lo preguntas con intención, con interés, con cariño, con ganas de escuchar. Si no lo sientes así, mejor sustituirlo por un “Buenas tardes, te veo bien”, vaya a ser que el de enfrente se sienta con la necesidad de desahogarse. Porque ojo, si nos interesa todo el mundo, quizás no nos interese, en realidad, nadie. El que mucho abarca, poco aprieta, de toda la vida de Dios. La energía y el tiempo son finitos, coloquémoslos en el lugar adecuado.

Y del sincero “¿Cómo estás?” al implícito “¿Qué necesitas?” Por si hay algo en lo que podamos ayudar. A veces, es simplemente escuchar, hacer de espejo, dar perspectiva o conversación. O proponer soluciones, agitar conciencias, arrearle una colleja al apalanque vital de un amigo.

El problema surge cuando estamos siempre dispuestas a preguntarle al prójimo, pero no hacemos lo mismo con nosotras. Es asombroso lo que una autopregunta puede simplificar la vida y, por ende, mejorarla. Qué revelador puede ser algo que siempre ha estado ahí, esperando a que lo destapáramos con una simple pregunta.

En la respuesta al cómo estoy, encontraríamos el reconocimiento de las emociones que estoy sintiendo en ese momento: estoy triste, asustada, alegre, enfadada. Solo identificando puedo manejarme, decidir qué hago con eso que me pasa.

Lo siguiente es qué necesito. Si estoy cansada, necesito descansar. Sí, sí, no mires hacia otro lado. Lo necesitas y, si lo necesitas, te lo procuras, porque no te mereces menos. Punto.

O alejarte de esa persona, cambiar de trabajo, aprender algo nuevo, mudarte, ponerte en forma, hacer un Marie Kondo a lo salvaje, respirar, organizarte mejor, quererte más, simplificar, cortarte el pelo, mirarte y verte.

Quizás necesitas ordenar: mente, casa, escritorio porque has descubierto que la maraña te ataca y ante la pregunta ¿Por dónde empiezo? Te has dicho que por el principio, por colocar cada cosa en su cajón, en el del armario y en el de tu coco. Lo que es dentro es fuera y muchas veces pasa lo mismo a la inversa.

Puede que al llegar al un lugar nuevo te hayas sentido a disgusto sin saber muy bien por qué. O al contrario, qué gustito esta casa, esta ciudad. Y te preguntas. Y te respondes. Recuerdas qué es lo importante para ti, todo eso que es imprescindible para que te sientas divinamente en tu propia piel. Lo que vienen siendo tus valores y tus principios.

Y, analizando tu posible desazón, te das cuenta de que esa gente que te rodea no tiene demasiado que ver contigo, porque grita, porque critica, porque lo importante para ellos no es lo mismo que para ti, porque no respetan el espacio que compartís. O porque el lugar al que has llegado no es bonito y a ti la belleza te da felicidad, o aborreces el calor o el frío y aquí te achicharras o te congelas. O lo que sea, pero solo a través de las preguntas lo vas a poder reconocer. Solo podemos gestionar aquello de lo que somos conscientes. Y todo eso que ignoramos nos controla a nosotras, así que cuántas más cosas saquemos de la trastienda, mejor.

Validar tus respuestas es otro de los pasos necesarios para avanzar, para pasar del lugar que ocupas a otro mejor. Cuando te dices que eso que necesitas es una chorrada, mal vamos; cuando te tachas de tiquismiquis o te excusas pensando que tampoco estás tan mal y que hay gente que está peor, no avanzas. También hay gente que está mejor, chavala, y sin duda lo han conseguido validando su voluntad, sus decisiones y sus criterios.

A la hora de ahorrarnos energía y frustraciones, preguntémonos si nuestro esfuerzo en tal asunto tiene alguna posibilidad de crear efecto. Seamos realistas y honestas, porque increíblemente no nos lo planteamos e, increíblemente, nos pasamos la vida dándonos cabezazos contra muros ajenos, pretendiendo que el de enfrente cambie su conducta, su manera de ser y comportarse, olvidándonos de que solo tenemos influencia sobre la persona que somos. Pero yo dejo la vida pasar, agarrada al “Soy perezosa, torpe, desafortunada”, viendo como imposibles proyectos que otras humanas como nosotras demuestran que son de lo más factible: ponerme en forma, llegar puntual, emprender, aprender inglés o divorciarse.

Otras preguntas útiles tienen que ver con los miedos, ¿de dónde viene mi miedo al fracaso?, ¿y mi miedo al qué dirán? ¿Quién me lo ha enseñado? ¿De verdad las posibles consecuencias de lo que sea son tan catastróficas?

Seguimos con las creencias, ¿Qué hechos empíricos demuestran que no soy capaz? ¿Y qué hechos demuestran lo contrario? ¿Hay alguien en mi familia que comparta esas mismas creencias sobre lo que una merece, sobre lo que es posible, sobre cómo se consiguen las cosas y sobre quién las consigue?

Vamos al color del cristal con el que veo la vida ¿Cuál es? ¿Me frena o me impulsa? ¿Conozco a gente que vea la vida de un color más bonito? ¿Qué puedo aprender de ellos? ¿Es mi actitud ante lo que me pasa la que más me ayuda a conseguir lo que quiero?

Y para ir acabando, la madre de todas las preguntas ¿Qué quiero? Porque difícilmente voy a conseguir algo que no deseo, que no sé lo que es. Es más, probablemente, más que encontrarlo, tengas que crearlo. Dejar de esperar para empezar a caminar. Una pista, eso que quieres de verdad te acerca al equilibrio, a la paz, a la estabilidad de la de verdad. No confundamos conceptos: hay gente muy centrada escalando el Everest o siendo funambulista, y gente muy desquiciada frente a un ordenador de ocho a tres.

El secreto es conectarte con tu esencia y, desde ahí, decidir y actuar. Darle al coco, pero para bien, no en un bucle que no lleva a nada. Análisis, creatividad y solución. Saber qué historia te has contado y cuál es la que te quieres contar a partir de ahora.

Muchas me preguntáis cómo saber lo que quieres. Ay, amiga, a veces no hay que saber, sino que decidir, pero no a tontas y a locas, sino después de haber buceado a tope en todo eso que nos hace felices y en todo eso que genera el efecto contrario. Para colmo de complicaciones, esos conceptos son cambiantes y esas marchas interminables que eran la felicidad absoluta a tus veinte, son el infierno a los cuarenta. La persona con la que querías estar a todas horas es una presencia insoportable unos años después. El trabajo con el que soñabas te hastía que no es ni medio normal. Y es que somos cambio. El truco es aceptarlo y navegarlo, saber por dónde sí y por dónde no. Simple, pero no fácil.

La respuesta siempre se esconde en la pregunta correcta.

Comments (19)

Los comentarios están cerrados.

Shopping cart0
Aún no agregaste productos.
Seguir viendo
0