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Lunes con sol

En el 2020, lo que nos merecemos. Y punto.

En el 2020, lo que nos merecemos. Y punto.

Leí el otro día que aceptamos aquello que creemos merecer. Muy lógico, por una parte y muy mierda por otro. Lo de merecerse cosas buenas y encima creérselo está mal visto: la culpa, esa puta nube perpetua sobre nuestras cabezas.

Pero ya está bien. Hasta aquí. Borrón y cuenta nueva, queridas. Que mañana termina el año y empieza un 2020 glorioso porque así lo decidimos. Las porquerías que nos hemos zampado se quedan enterradas bajo diciembre, noviembre y todos sus colegas. De ahora en adelante, brillo y purpurina para estos cuerpos serranos, que es lo que se merecen.

Personalmente, me merezco reconciliarme con Nueva York, porque es mi lugar en el mundo, el personaje eterno de mis historias, el epicentro de mucho de lo que está por venir. Se me atragantó un pelín la vida en mi última estancia, pero nunca más. Me aseguro, desde ya, de que no habrá tormenta interna que me arranque de mi esencia, que me nuble tanto la vista que no sea capaz de contemplar por donde camino. Me he graduado los ojos y el alma, estoy blindada, a prueba de torpedos ajenos. Rellenadas están todas las grietas para que nadie meta sus dedazos donde no toca. Hagámonos sólidas, pétreas, invencibles. El foco en mí, para ser como quiero ser: tranquila, feliz, efervescente, libre.

Voy a agarrarme a mis valores y a mis cimientos, a la verdad y a la risa, a la alegría (tras el miedo) de haber autoeditado un libro, a esa libertad que da el “yo me lo guiso, yo me lo como”, al amor que recibo de vuestra parte, que es todo generosidad y ganas. A la seguridad que aporta el apoyo en cada paso del camino. A mis amigos que son más que amigos, que son mi familia, mi carne, la parte de alma que dejo olvidada de vez en cuando. Merezco preguntarme, cada mañana, cómo estoy y qué necesito para ser aún más feliz.

Me merezco disfrutar de los que confían en mí, que son unos cuantos, que sois tribu. Gracias por brindarme la música con la que bailar esta vida y por bailarla conmigo. Que se aparte quien no nos siga el ritmo, quien pretenda que bailemos al suyo, quien quiera que nos sentemos para contemplar cómo ellos saltan sobre nuestras cabezas. Que se aparten y que se vayan a la mierda, ya de paso. Nos merecemos personas que sean luz, vitamina y cariño. No hemos venido a salvar a nadie que no seamos nosotras mismas. A nadie. No somos surtidores. Cada palo que aguante su vela.

Me aferro a la idea de que la magia está ahí, esperando a que galopemos en la dirección adecuada, solo así sentiremos el viento a favor. Cuando deambulamos por donde no debemos no hay más que muros, oscuridad y obstáculos. Por ahí no, ¿no ves que no? Gira hacia el otro lado. Recuerda lo que te mereces y arréale una coz a lo que no. Perdónate si tardas más de lo que te gustaría. 

Nos merecemos volvernos locas, pero para bien. Olvidarnos del control perpetuo que, en realidad, no existe. Descansar profundamente, física y mentalmente. Olvidarnos del síndrome de la impostora, felicitarnos, premiarnos sin mesura, dormir como ceporras y que otros se ocupen de que gire el planeta durante un rato. No a la exigencia contínua, no al conseguirlo todo a base de no ponerle precio a nuestro esfuerzo. Cuidarme para poder cuidar. O para cuidarme y punto. No es egoísmo, es autoamor.

Merecemos, por Dios no lo dudemos, rodearnos de quien nos mira y nos ve, de quien nos oye y nos escucha, de quien es nuestro espejo y respeta nuestras opiniones aunque difieran de las suyas. Te mereces no mentirte, no justificar lo injustificable, gritarte la verdad aunque escueza y saltar al otro lado. Decide decidir.

Te mereces curar las heridas, saber donde está el norte para que tu brújula funcione. Que tu brújula esté hecha de tus pasiones y tus talentos, de tu entusiasmo, de tus sueños. Apunta cada uno de tus logros, que son innumerables, seguro. Aprendamos cada día algo que nos ayude a avanzar en la dirección adecuada que es la que nosotras marcamos. Regodeémonos cada día en el milagro que es estar viva, porque nos lo merecemos. Rebocémonos en la salud, si la tenemos. Confiemos en que la recuperaremos, si nos falla.

Dicen que aceptamos aquello que creemos merecer. Merezcamos mucho. Merezcamos bien.

     

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