Lunes con sol
Qué quiero ser de mayor si ya soy mayor.

No tengo ningún talento, vaya una mierda. No me gusta mi trabajo, pero no sé a qué me quiero dedicar, qué aburrimiento. No hay nada que me apasione, soy una siesa. Frases que escuchamos demasiado a menudo. Buscamos la chispa de la vida y no la encontramos por ningún lado, vaya un asco, pero el caso es que TODOS, absolutamente todos, poseemos algún talento, el problema es que como no nos cuesta esfuerzo alguno, lo vemos como algo ordinario.
Dibujar bien, hacer amigos, ser organizada, ser creativa, conectar personas, ser buena anfitriona, escribir con gracia, cocinar. El talento no tiene por qué ser tangible, pero, lo que es seguro es que, de una u otra manera ha estado presente durante toda tu existencia.

Si colocaras tu vida sobre una línea imaginaria y viajaras desde tus cinco años, pasando por tus diez, tus quince, tus veinte, hasta llegar a la actualidad y luego siguieras unos diez años más… Si en cada una de esas edades te preguntaras qué se te daba bien, con qué disfrutabas, con qué soñabas… Si hubiera un hilo invisible que uniera todo ese tiempo recogiendo ese elemento común que ha estado presente desde que recuerdas, obtendrías eso que algunos llaman “El elemento”. Eso que te hace único, con lo que vibras, o con lo que vibrabas hasta que la vida se te tragó y decidió por ti. Dejaste de bailar, de escribir, de hacer muñecos de plastilina que eran una auténtica pasada.
De eso no se puede vivir, estudia algo de verdad, asegúrate un sueldo fijo.

El sábado pasado, en mi adorada Librería Amapolas, mientras disfrutaba en un brunch literario con mi igualmente adorado Javier Aznar, una de las asistentes contaba que a ella le encantaría abrir una librería, pero que “había que comer”. Laura, la propietaria de Amapolas la miró sonriente. Laura come, os lo aseguro, y bebe. Vino del bueno a poder ser. Laura abandonó su trabajo como azafata para lanzarse sobre su sueño y, como la tía es lista y le apasiona lo que hace, le va de perlas desde que abrió en enero ese espacio que más que un local es un hogar. Cualquier día me coloca un camastro entre Virginia Woolf y Karen Blixen.
En la línea de la vida de Laura, como en la mía, como en la de tantas, la escritura y la lectura han sido esa vía sobre la que hemos caminado desde que tenemos memoria. No podíamos no escribir. No podíamos no leer. De vez en cuando ha llegado el descarrile, pero ha sido inevitable volver al camino correcto. Inevitable porque sin nuestras letras la vida sería plana y gris. Lo mismo le ha pasado a la lectora que me escribió contándome que, a sus cuarenta y pico, se había apuntado a las clases de baile que abandonó allá por los 80 y que se había comprado una Harley Davidson porque era su ilusión desde siempre. No tiene carnet, pero se lo está sacando. Ole ella.

Y es que la rutina, las obligaciones y los agobios nos empujan en la dirección contraria al genio de la lámpara. Ese que nos preguntaría qué es lo que haríamos si el dinero, la estabilidad y los prejuicios no nos preocuparan. Ese que se encargaría de solventar todos los inconvenientes, que se aseguraría de que no fracasáramos. Porque el fracaso da mucho miedo, aunque no sepamos muy bien ni en qué consiste. Yo juraría que fracasar es quedarse quieto por los siglos de los siglos, pero allá cada uno.

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Quieto por los siglos de los siglos… es la muerte en vida. Nunca es tarde para volver a empezar, para creer en tí, para perseguir un sueño inconfesable, de esos que dan miedo pensar porque duele infinito decirlo y no conseguirlo, mientras que oculto no se siente, no escuece, no agita. Yyo aquí, con mi deseo inconfesable, uno de esos que pones en la lista de “Cosas que hacer antes de morir” y voy y lo consigo (este sábado, por cierto. Desde entonces no toco el suelo amiguis). Inconfesable y lo consigo!! Cómo es eso de tener vergüenza de los sueños de una misma…. Cuánto amor me tengo que dar aún y cuánta confianza me falta, menos mal que contigo Sol voy andando ese camino algo más rápido.
Date amor del bueno, sueña y atrévete a gritarlo. Cuánto bien te harás a ti y a los que te escuchen. Beso grande.
No puedo sentirme más identificada… he estudiado una carrera para ahora decir que no quiero dedicarme a ello, sino hacer otra cosa, me he cansado de escuchar eso de “y como vas a comer, de qué vas a vivir”, parece que nadie ve más allá.
Yo seguiré a lo mio, y mientras que los demás opinen lo que quieran, ¡un saludo!
Ole tú, querida.