Salvemos Fantasía.

Chiquis, estoy extremadamente emocionada: han reestrenado “La Historia Interminable”.
La noticia no tendría mayor importancia si no fuera porque esa historia, ese libro, es en gran parte culpable de que yo esté aquí escribiendo. Me lo leí en bucle, varias veces, en años diferentes. Fui Atreyu, lloré con Bastian, soñé con montar ese dragón blanco de la suerte tantas noches…
Creía que, si Bastian logró entrar en ese mundo imaginario quizás yo, a base de leer y leer sin pausa, podría conseguirlo también. Yo quería ser un personaje de cuento, de película, de novela. Yo ansiaba convertirme en una mujercita de Louise May Alcott, vivir en “Torres de Malory”, tener un Gremlin, volar como Mary Poppins.
No pudo ser y entonces decidí que si no podía vivirlo, lo escribiría. Al fin y al cabo, es lo mismo.
Volvamos a la película, a esa sala de cine en la que volví a mis diez años hace tan solo dos días. Fui sola, como a mí me gusta. Para saborear, oler, masticar esa historia que ahora, con mirada adulta, descubro llena de moralejas, metáforas y enseñanzas.
Ártax, el caballo de Atreyu, muere ahogado en el pantano de la tristeza porque se deja, porque ya no le importa nada, ¿os suena de algo? Por no hablar de ESA NADA que amenaza con destruir Fantasía por culpa de los humanos que ya no imaginan, ni sueñan, NI SE ILUSIONAN.
Lloré.
Lloré mucho gracias esa Emperatriz Infantil que lo único que necesita para sobrevivir es que le den un nombre nuevo. Lo único que la salvará es REINVENTARSE.
Lo único que nos salvará es reinventarnos.
En diciembre me fui de viaje. Uno de esos viajes al pasado que marca, quieras o no. Como sé que la memoria es muy caprichosa (o en mi caso, muy mierder) decidí escribir una especie de diario de aquellos días. Poco a poco, aparte de apuntar con detalle los terremotos emocionales que, en efecto, me atacaron (que ya lo sabía yo que iba a pasar), empecé a divagar.
Porque esa es una de las tantas maravillas que te aporta la escritura, que empiezas en plan sencillito y se te acaba yendo la pinza que no es normal. La primera vez te da vergüenza pero, con la práctica, lo de proyectar, soñar y montarte películas se convierte en tu día a día. Y eso hice: crear en esa libreta marrón una vida ideal, la mía, en la que viviría parte del año en Nueva York (porque a mí Madrid me vuelve loqui también), me dedicaría exclusivamente a escribir y me cepillaría a Jason Momoa (porque sí, se me ha muerto el chirri, pero este lo resucita, FIJO QUE SÍ).
De ese viaje hace solamente ocho meses.
Ayer llegué a Nueva York.
HOY os escribo con vistas a Central Park y haré lo mismo, cada día, durante las próximas tres semanas, creando algo que hace seis meses era utopía pura y dura.
Increíble pero cierto.
Esta vida, que nadie os engañe, es mágica.
Ya lo decía el dragón Fújur: “Never give up and good luck will find you” (nunca te rindas y la suerte te encontrará). Lloré al escucharlo y lloro al escribirlo (estoy de un sensible que es MUY FUERTE).
Quizás peco de descerebrada, de infantil, de crédula, de fantasiosa, de tonta del culo. QUÉ MÁS DA.
Amigas de mis entresijos, que me leéis, que me compartís, que me decís unas cosas TAN preciosas que se me saltan los lagrimones, varias cosas os tengo que decir y las numero o me lío (estoy tan dispersa como sensiblera):
- Por Dios, compraos una libreta marrón, o fucsia o verde pino. Soñad en ella. Que la Nada no os atrape. La Nada es una mierda como un piano.
- Juntaos con gente que tenga sus propias libretas, que entiendan vuestros sueños, que los alimenten. Siempre arriba, siempre adelante. El resto, a tomar por c***.
- Llevad al cine a vuestros hijos, contadles historias, leed delante de ellos y así ellos leerán. Eliminad de su vocabulario lo “imposible”, el “no lo conseguiré”, el “no puedo” tan, tan, tan asqueroso. Que no pierdan, al crecer, esa emoción loca por lo más nimio.
- Por último, GRACIAS. Gracias inmensas y emocionadas. Gracias, una vez más, por leerme, por compartirme, por ser mis amigas virtuales, por acompañarme en mi sueño, ya realidad.