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Lunes con sol

Lunes con Sol, 11/03/19 (sobre mujeres ilusionadas y los temazos de los 90)

Lunes con Sol, 11/03/19 (sobre mujeres ilusionadas y los temazos de los 90)

lunes con sol

Cómo ser feliz

Ya os hablé de “Cómo hacer que te pasen cosas buenas“, el libro de Marian Rojas que lo está petando mucho. Normal, todos andamos persiguiendo la alegría. O deberíamos. En él recomienda otra lectura que compre ipso facto, no por su título (que no me apasiona en absoluto), sino porque la Rojas es muy lista y me creo todo lo que dice: “5 consejos para potenciar la inteligencia”, de Enrique Rojas. Diría que, entre ambos, nos regalan un resumen bastante completo de lo que es la felicidad y algunas claves para alcanzarla. “La felicidad consiste en estar contengo con uno mismo al evaluar la realidad y darse uno cuenta de que está haciendo algo que merece la pena con su propia vida”. Un factor indispensable: la voluntad, definida como “la capacidad para querer algo y poner todos los medios necesarios para alcanzarlo”. 

La voluntad es indispensable para recorrer los pasos hasta tu objetivo, ya sea ir al gimnasio, aprobar unas oposiciones, dejar a tu pareja, conservarla, pintarte unos buenos morros rojos, bloquear a ese mareador, comer sano o reamueblar tu vida. La voluntad nos convierte en nuestros dueños. Cultivémosla, porelamordedios

Ingleses rotos

O Broken English, que cantaban aquello de Do you really want me back?, que yo bailaba en una discoteca (¿o era un after?) en la época en la que mi cuerpo carecía de vitamina D porque no veía la luz del sol. Hacía mil años que no escuchaba ese tema, pero mis adorados trenes dan para mucho. Nunca era suficiente, siempre había otro garito, otra canción. Me compré unos zapatos de tacón imposible que me llevaron directa a meter los pies en el fregadero de unos baños donde la gente se drogaba mientras yo me preguntaba cómo volver a calzarme aquellos hijos de satanás tan sumamente bonitos en unos pinreles hinchados hasta límites insospechados. Usaba un pintalabios de un color marrón horrible que compartía con mi prima y que me encantaba. Parecíamos las hijas de la muerte, tan blancas, tan flacas y con aquello en los morros. Durante una temporada, aparte de ese maquillaje horrendo, me dio por hacerme dos coletas larguísimas que ataba con lazos del mismo color que mis vestidos minifalderos. Un cuadro. Un cuadro maravilloso, porque a los veinte todo es maravilloso, al menos para mí.

Boleros y cantautores

El tren no solo da para temas british y disparadores de melancolía. Me lancé sobre unos cuantos boleros mientras miraba la ventana sin hacer nada más que escuchar (que ya es raro). Joder, qué bonitos son. Esperaré, Encadenados, No.

Descubrí, también, a algunos cantautores. A pesar de que no es lo que más me gusta escuchar, me revolqué en algunas frases gloriosas. A ver si a estas alturas voy a darle a las estrofas…

Comprender que hay algunos trenes, pieles, ciertas bocas que no acaban regresando, de Marwan, en “La vida cuesta”, con la voz mexicana de Leonel García, que me gusta tanto como los tacos al pastor.

Dices que, en mitad de una cama, prometer no cuesta nada, son te quieros de ocasión, de Luis Ramiro en “Dices”. Por cierto, canta el 6 de abril en la sala Galileo. Yo voy.

Mis canciones han viajado más que yo, han besado más que yo, sonarán cuando yo no. Esta me la ha descubierto mi amigo Paulo, que es todo él sensibilidad y arte. Es de Andres Suárez en “Tengo 26”.

Los talleres. Las mujeres.

El sábado fui a Zaragoza a impartir uno de mis Talleres de Escritura Digital. No os hacéis una idea de cuánto los disfruto. No es solo conoceros, que también, es que lo que se genera en una sala llena de mujeres ansiosas de motivación, de escritura, de estímulo. La magia que se crea a la que una abre el pico para regalarnos lo que le menea los entresijos es algo muy revelador. Queremos compartir, ser parte de algo más grande que nosotras, saber que no somos las únicas, que no solo me pasa a mí. Necesitamos que entiendan incluso lo que no contamos. Seguramente arrastrábamos aún el espíritu del día anterior, 8 de marzo. Ojalá no lo soltemos en todo el año. Ni nosotras ni ellos.

Y como lo que pasa en el taller se queda en el taller, alguien se confesó sobre aquel primer novio al que quiso tanto. Tanto le quería que consiguió una muestra de la colonia que él llevaba: un sobrecito de Vorago, cuya imagen era un Don Johnson con la americana blanca remangada, todo muy de Miami de los ochenta. Abrió mínimamente aquel sobrecito y cada noche lo olisqueaba, en una cama presidida por un poster de Tom Cruise en Top Gun. Ese alguien confesó que nunca había vuelto a querer a nadie como a aquel primer novio de los quince, y que él, hace un par de años, le confesó lo mismo y aumentó la apuesta: ella fue el único oasis en una vida llena de malas decisiones. Tras la declaración, cada uno se fue por su lado, a vivir la vida real de adulto en la que no existen ya muestras de colonia Vorago. Ella le creyó. A pesar de los cuernos, de todas las mentiras que él le contó durante la adolescencia. Porque es precioso pensar que algo tan grande fue compartido. Y porque ella sabe que él no es mala persona. Simplemente, no sabía (y no sabe) decir que no. La razón de su despiste vital, de su ausencia de personalidad, de los millones de decisiones equivocadas que él sigue tomando a día de hoy darían para un libro. El por qué ninguno de los dos se ha tropezado con un amor parecido en los últimos treinta años, para otro. Y es que la vida está ahí, esperando que la escribamos.

   

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