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Reflexiones de una majara

Siete razones por las que adoro a Alicia Florrick

Siete razones por las que adoro a Alicia Florrick

No tengo perdón de Dios. He usado su foto como imagen de portada, he escrito sobre “The Good Wife”  Pero, hasta hoy, no le había dedicado las líneas que se merece. Alicia Florrick es colosal, sublime y fabulosa.

Es valiente. Lo que más me gusta de Alisha es que los tiene MUY bien puestos. Y es que la vida, la de verdad, esa que no es pasar por encima casi sin rozar, va de echarle ovarios, de tomar decisiones y de llevarlas a cabo le pese a quien le pese. Y ahí está ella para recordárnoslo.

Es, a veces, un personaje incoherente (inteligente, fuerte y aguantando a un marido morrudo a más no poder) pero la crees, la entiendes y te identificas con ella. Porque todas la hemos cagado, hemos perdonado a quién no debíamos, hemos creído embustes y nos hemos tragado eso de “Voy a cambiar, palabrita del Niño Jesús”. Resumiendo, todas hemos sido tan gilipollas como Alicia en algún momento. Quizás no era el Gobernador ni el fiscal el que nos tomaba el pelo. Es más, nuestro Mareador, probablemente, no era ni la mitad de atractivo que Peter Florrick y, oye, ahí hemos estado haciendo el idiota a base de bien.

Bebe lo más grande, pero con una elegancia…. Yo, que soy abstemia, adoro esos copazos de vino que se endiña la Florrick. Cada vez que me zampo mi Cola Cao nocturno me siento sumamente ordinaria comparada con ella. Y la tía pasa del vino al tequila a medida que se va asalvajando. Como la vida misma. Eso sí, no prueba un solo bocado en las siete temporadas…

Me encanta su casa, su cocina, su habitación. Le pega todo. Está ordenada, es acogedora, un gustazo de hogar.

Las miradas de la Florrick sentencian, te dejan clavado en el sitio. Y esas frases lapidarias que me tatuaría… Lleva el menos es más a la dialéctica de una manera magistral. Es que Alicia no solamente es inteligente, también es lista (que no siempre es lo mismo) e intuitiva, y eso se nota en sus casos, en sus palabras y en sus acciones. Es toda ella sentido común. Cómo me gusta cuando pone en su sitio a la repelente de su suegra, PORDIOS.

La evolución física, emocional y vital de Alicia es paulatina, potente, discreta y, una vez más, creíble a tope. Cuando vas por la quinta temporada y ves una foto del primer capítulo, no te puedes creer que por un lado no te hayas dado cuenta del cambio y, segundo, que aquella mujer sea esta Alicia. Porque a todas nos pasa, cuando una se viene arriba se pone más guapa, se maquilla mejor, tiene el pelo más brillante y le entran más ganas de fornicar. La valentía es por dentro y es por fuera, como casi todo.

Nunca es tarde para empezar, o para volver. Para vivir, en cualquier caso. Da igual si tienes cuarenta, cincuenta o sesenta tacos. Después de tropecientos años siendo la madre dedicada, la esposa perfecta, el florero de la casa, la tía se lanza al mercado laboral y encima se los come a todos con patatas. La amo, ¿os lo había dicho?

Se hunde, se levanta, se vuelve a hundir, pero siempre digna, siempre en su sitio. Los valores: claros, los principios: inamovibles.

Es una mujer a la que la traición, la infidelidad, no la hace más pequeña, sino más inmensa. Lo de coger el toro por los cuernos no puede ser más literal en este caso. Y así debería ser siempre, porque ser cornuda o no serlo tiene que ver con la calidad de la persona con la que estás, no con la tuya.

Y podría seguir hasta la eternidad porque esta mujer me entretiene, me inspira y me da ganas de ser mejor persona.

Así son los personajes de ficción. O al menos este.

 

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