Skip to main content
Humor

9 cosas que solo entendemos las madres

9 cosas que solo entendemos las madres

Los viajes largos en avión (sola) son lo más maravilloso del planeta: lo que antes era un coñazo supino es la oportunidad perfecta para leerte una revista de principio a fin sin interrupciones, para escuchar musica con los ojos cerrados, para mirar al infinito, o sea, al asiento de delante sin pensar EN NADA, descerebrada perdida. Ya no hablemos de los transoceánicos, donde te zampas tres pelis seguidas. Es que ni siquiera te pueden llamar por teléfono. Que viva el aislamiento absoluto.

El madrugón es bien. Te levantas antes que tus hijos para tener diez minutos de silencio mental mientras ingieres el café con leche, el Cola Cao en mi caso. Quién no tenga criaturas pensará que un cafe no es pa tanto, con lo que molan esos diez minutos en la cama ganduleando. Vosotras no sabéis que las papilas gustativas también se estresan y ya te digo yo que ni el café ni el chocolate saben igual cuando lo aderezas con los gritos de tus vástagos o la leche derramada por la mesa.

Temes a la lluvia más que a una vara verde. Sí, ya sé que los hijos de las guays de Instagram, cuando no se puede salir de casa, hacen dibujos preciosos de su armoniosa familia. Los míos, en cambio, parecen cabras desquiciadas en fase de celo. Se hostian, gritan, ni ellos se soportan a sí mismos, cómo les voy a soportar yo.

El cine no es para ver pelis, sino para echar la siesta. Y os preguntaréis si no hay lugares más cómodos y baratos para el sueño que una miserable butaca. Pues mira, a veces lo mejor es enemigo de lo bueno. Más me gustaría a mí que tirarme en mi sofá para estos menesteres, pero allí no hay manera de ensimismar a las criaturas. Y en el cine están tan callados y quietecitos…

Amas a tus padres mucho más que antes, porque ahora se quedan con los nietos y esa es tu única oportunidad de morir en el sofá sin hora límite. Porque no aprovechas esos días para salir como las locas, NO. Lo único que quieres es amortizar tu cuenta de Netflix como si no hubiera un mañana, dormir sin orden ni concierto. Comer si te apetece, cuanto te apetezca. Nada de comidas equilibradas: bollos, queso, chocolate.

Lo que se puede disfrutar cruzando un semáforo de peatones en rojo no es ni medio normal. Porque lo de esperar diez minutos para cruzar sin que haya pasado un puto coche desde que la lucecita se ha puesto colorada es un desafío para los que no somos precisamente pacientes. Y caminas sola por la calle y TOMA, TOMA, TOMA, disco rojo va, disco rojo viene.

Sales con tus amigas a cenar y te quieres morir si se sienta un niño tocapelotas en la mesa de al lado. Antes te pasaba, pero ahora mucho más. Porque para dos horas que dejas de escuchar a los tuyos, lo último que quieres es que te reviente los tímpanos uno que ni te va, ni te viene.

Amas los lunes: sí, ya sé que esto es de mala madre total, pero es lo que hay. Los lunes después de un puente son la hostia. Los que siguen a un puente lluvioso son lo más parecido a un multiorgasmo. Ahí estás tú, amando locamente tu jornada laboral, tan relajada y agradable. Quién te ha visto y quién te ve.

Salir de casa. Me refiero a salir de casa tú sola. Lo que con ellos supone una hora, lo apañas en diez minutos. Nada de pipís de última hora, de no encuentro mi juguete favorito, de justo ahora me he tirado el zumo por encima. Te vistes, coges el bolso y Ciao, Bacalao. Y el resto de majaronerías que solo entendemos nosotras las escribo en otro post, que estoy sin niños y me llama el sofá.  

Comments (9)

Los comentarios están cerrados.