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Humor

Es tendencia: el WhatsApp cochino.

Es tendencia: el WhatsApp cochino.

Estaba yo el otro día comiendo con unas amigas de la facultad, cuando surgió el tema del sexo (cómo no). No sé por qué, las casadas se piensan que nosotras, las solteras, nos pasamos el día fornicando a troche y moche. NADA MÁS LEJOS DE LA REALIDAD. De la misma forma, creía yo que las casadas, por aquello de tenerlo a mano, chingaban cuando les apetecía. Y, de hecho, muy alejada de la realidad no estoy. Lo que no sabía yo es que, a pesar de tener al contrincante al ladito cada noche, no tienen demasiadas ganas de tratará.  “Ya sabes… El cansancio, los niños, el aburrimiento”.

En estas estábamos cuando Ana, que siempre ha sido muy sexual y muy revolucionaria, nos dice que, encima, ella y su marido duermen separados porque no es capaz de dormir con alguien al lado y, harta de pasarse las noches en vela, decidió montarse su habitación independiente.

ANDA LA HOSTIA, dijimos todas. Entonces es aún más difícil la cosa. Porque, claro, algún día quizás te acuerdas, entre la cena y los baños de los niños, de quedar para echar un kiki, pero lo más normal es que estés pensando en cualquier chorrada y lo de follar se te olvide. Si encima no duermes con un pene que te lo recuerde, NI TE CUENTO.

No mujer, no. Yo le mando Whatsapps, dijo Ana tan pancha. Ojipláticas nos quedamos. Ella siguió contando que, cuando tiene ganas, le manda un mensajito a su marido, pidiéndole que la visite en su alcoba y ya está. Todo de lo más sencillo, moderno y operativo. Así es ella.

Y yo, que me imagino a este santo matrimonio, cada uno en su cama,viendo Netflix y pensando, ¿le envío o no un mensaje cochino? ¿Y si luego me da pereza? Con lo interesante que está “Sherlock” en este capítulo.

Por otro lado, Ana no comentó nada de que su marido le enviara mensajes a ella. ¿Será que solo es la fémina, en este caso, la que tiene derecho de pernada? ¿Será su marido un simple objeto sexual sin voluntad? ¿Se enfadará Ana si el otro le dice que nanay? Y, por último, si no contesta, ¿irá a reclamarle a su habitación o simplemente se pondrá de morros a la mañana siguiente?

Todo esto me hace recordar a aquella otra amiga mía, que llegó a un acuerdo con un follamigo según el cual, él tenía que aparecer en su casa cuando ella quisiera y, a cambio de estar disponible siempre, ella le pagaría. O sea, que la tía era proxeneta, pero de las finas, porque el puto era solo suyo. Bueno, suyo y de su novia, porque, para colmo, el chaval tenía pareja. Todo un lío. En el caso de Ana es todo mucho más políticamente correcto. Hay matrimonio de por medio. Y que vivan los sacramentos, que entonces ya no es pecado.

Me pregunto qué cara se le quedará al consorte cuando compruebe que, previamente al mensajito sexual, Carmen estaba viendo una peli de Jason Momoa, o unos videoclips de Adam Levine y ha sido eso lo que la ha puesto cachonda. Igual hasta le gusta, yo que sé.

Y es que, queridos, para gustos, los colores, y para personajas, mis amigas.

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