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Reflexiones de una majara

Mujeres libres: concepto y características.

Mujeres libres: concepto y características.

Crecemos con el lastre de unas creencias limitantes que nos convierten en la mitad de lo que realmente somos. Los “Tengo que” y los “Debería” nos aplastan y no nos dejan ver más allá de nuestras narices. Vivimos ignorando que la capacidad de elegir, el poder y todos los recursos para conseguir lo que queremos está en nosotras. Pero para eso necesitamos saber qué es lo que realmente deseamos, más allá de lo que otros esperan de nosotras, de lo válidas que nos sentimos cuando otros nos necesitan. Y venga a esforzarme, porque cuanto más hago, más valgo. Vaya una mierda ancestral, amigas.

Sin darnos cuenta, nos consolamos afirmando que todas viven así, sacrificándose por el prójimo y a veces ni eso: sacrificio sin ningún tipo de objetivo ni sentido. Bien de penitencia porque alguien, en algún momento, se inventó que solo así ganaríamos el reino del los cielos, llámale reconocimiento, llámale amor de otros, llámale yo sigo en mi rueda de hámster ignorando que a mi alrededor hay un mundo fabuloso que no disfrutaré jamás de los jamases porque no me lo merezco. Y punto.

Pero no todas viven así, os lo prometo. En los últimos tiempos he conocido a varias mujeres libres, que se levantan cada mañana con el firme propósito de disfrutar, de hacerse la vida más fácil y de proporcionarse todo lo que les gusta en la medida de lo posible. Ando en la labor de detectar todo lo que tienen en común estas señoras extraordinarias y felices. De momento, he descubierto que no se esfuerzan en madrugar si no es absolutamente necesario. Hace un par de días, una de ellas me decía que se ponía el despertador a las diez de la mañana. Lo has leído y te ha chocado: confiesa, lectora. Te han sobrevolado por un momento palabras que tienen que ver con la vagancia, con todo lo que TIENE QUE SER. Quizás, también, has sentido un poco de envidia y, en el mejor de los casos, te has preguntado si a ti también te gustaría levantarte más tarde de lo que lo haces. El súmmum sería, entonces, preguntarnos si es posible y cuál es el plan para conseguirlo.

La segunda cosa que tienen en común las mujeres libres es su pareja: una con la que, después de muchos años de relación, se divierten, se respetan, se quieren, se reconocen y se aceptan. Que suponen un cincuenta por ciento en todo lo que supone la vida en común: hijos, casa, recados. Qué suerte, dirán algunas. Qué buena decisión, más bien. Nadie eligió a esos maridos por ellas. No se dejaron llevar por las carencias que estos iban a rellenar, ni se quedaron con el primero que tuvo a bien salir con ellas.

La tercera coincidencia es una habilidad natural para organizarse y tener toda la ayuda posible, ya sea en el trabajo o en casa. Todo lo delegable, se delega. Organización al máximo para complicarme lo mínimo. No hagamos lo fácil difícil, no tiene más mérito.

La cuarta, tangible a más no poder: un poder adquisitivo estupendo. “Ah, bueno, así cualquiera” diréis. Error. Esa pasta es causa, no consecuencia. Por experiencia os digo que una de las creencias más extendidas y jodidas entre las mujeres es la incapacidad de generar x cantidades. Si somos empleadas cobramos menos, pedimos menos aumentos y nos conformamos más. Ante una oferta de trabajo, si no cumplimos nueve de los requisitos, ni se nos ocurre aplicar. A ellos no les pasa, os lo aseguro. 

Trabajan en sectores que les encantan, algunas en tecnología, algunas en temas artísticos, algunas son emprendedoras. Todas han convertido su talento en su profesión. Todas, de nuevo, decidieron.

La quinta, consecuencia de algunas de las anteriores y de la firme voluntad de rodearse de belleza: tienen unas casas preciosas, cómodas, cuidadas hasta el último detalle. Quieren estar a gusto y el hogar es un elemento importante, indispensable diría yo. Curiosamente, todas las que conozco, tienen chimenea. Por algo será. Porque les encanta, seguramente.

La sexta, producto también de ese respeto hacia una mista, de un autoamor sano hasta decir basta es el ejercicio físico regular. Tías que, llegados los cincuenta, están en forma. Lógico: el exterior no es más que un reflejo del interior. No hay pereza cuando una se mueve por la motivación adecuada, cuando el objetivo te importa de verdad, cuando no hay distracciones que te apartan de tu centro.

Se dedican tiempo a sí mismas. Se miran, se escuchan. Curiosamente (o no) también tienen una especial habilidad a la hora de ver y escuchar a su entorno. Cuidan su alimentación, leen mucho, van al cine. Han elegido la vida que tienen y la exprimen, claro, ahí está el truco: anclarse a un aquí y a un ahora que te importa es mucho más sencillo que hacerlo cuando tu presente es una simple inercia.

Tienen una vida social activa, les gusta recibir a sus amigos en esas casas estupendas y acogedoras. Son personas alegres, relativizan. Cuando se podía, y volverán a hacerlo, hacían viajes estupendos. Tienen amigos por todo el mundo y los cuidan, porque saben que la amistad es un trabajo: maravilloso, por cierto.

Convierten los problemas en retos y se esfuerzan en buscar soluciones, sin regodearse en las desgracias que sufren porque son humanas. Son generosas, seguramente porque su ausencia de maraña mental les permite ver con claridad qué es lo que pasa alrededor y cómo pueden mejorarlo.

Son inspiración, para la que escribe y para cualquiera que quiera, también, ser tan libre como ellas. Ojalá lo consigamos.

       

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