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Reflexiones de una majara

Qué es el éxito.

Qué es el éxito.

Crecimos pensando que el éxito eran aplausos, premios y dinero. Un trabajo en una empresa bien grande, donde vestirías elegante y asistirías a reuniones con otros seres tan exitosos como tú. Si, encima, tu puesto incluye viajes y más viajes, eres la bomba. Una pareja, claro, el novio entre los veinte y los treinta; el marido después; los hijos, fuente de la felicidad suprema, llegan a los dos años de la boda. Un piso, con su buena hipoteca, porque alquilar es tirar el dinero, OBVIAMENTE. Un mes de vacaciones en una playa ideal con tu familia ideal.

Quizás lo has conseguido todo y cada mañana, al levantarte, le das gracias a la vida porque no puede imaginar nada mejor, felicidades. En ese caso, lo descrito más arriba es la consecuencia, pero no la causa de tu éxito. Te fijaste unos objetivos alineados con aquello que realmente deseabas, trabajaste para conseguirlo; de entre todos los hombres que conociste, te quedaste con aquel que perseguía los mismos fines que tú por los mismos medios. Compraste la casa que te gustaba, en el lugar donde eres feliz. Pasas tu tiempo libre como quieres pasarlo.

O puede que seas de las que llegó a los aplausos, a un marido, a una casa y a una playa y un buen día aquello empezó a aturdirte. Te planteaste si, de tener que elegir hoy, repetirías los pasos y las metas. Poco a poco, dejaste de levantarte con energía, te aburrían las reuniones y estabas de aviones hasta los mismísimos ovarios. O tu marido dejó de ponerte. O lo que querías era montaña. O mudarte allende los mares porque el lugar que antes amabas ahora se te antojaba plano y gris. Y decidiste. Saliste de las reuniones, te quitaste el traje, te bajaste del avión, le dijiste adiós, compraste un billete a Andorra, alquilaste una casa en Australia, te hiciste profe de submarinismo, o fontanera, o qué más da.

O nunca te atrajeron los trajes, las reuniones, los edificios altos y acristalados. Tampoco los maridos, ni los hijos, ni las hipotecas porque no sabes donde vivirás el año que viene, el mes que viene. Nunca decidiste donde ir de vacaciones hasta el último minuto porque lo de planificar te agobia y te encanta regalarte sorpresas.

O ni lo uno ni lo otro ni lo de más allá y vives sabiendo que el éxito es respirar tranquila, dónde sea, con quién sea. Convertirte en soberana de tus decisiones, de tus cambios, de tus opiniones. Sentirte querida sin sentirte atada. Ser libre, de tus propios prejuicios y de voces ajenas. Respirar ilusión, ambición, alegría. Reírte mucho cada día de tu vida. Echar la vista atrás y aplaudirte porque sabes lo que sí, lo que no, quién eres, cómo conseguirlo. Atreverte a pesar del miedo. Abrazar la tristeza con calma. Tener los amigos más fantásticos del mundo. Colocarte en el centro de tu historia y cuidarte a lo salvaje porque nadie mejor que tú sabe lo que necesitas; hoy esto, mañana aquello. Aceptar los cambios y también luchar por ellos. Dejar ir. Perdonar y perdonarte, pero no repetir. No querer estar en ningún otro lugar ni ser otra persona. No acojonarte ante las encrucijadas porque todos los caminos llevan a Roma, o a ti si eres quien conduce. Aprenderte cada día un poco más.

       

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