Benedict Cumberbatch, yo te amo.
Sí, ha pasado: ME HE ENAMORADO.
Pero, ¿qué dice esta loca? andaréis pensando. Estará de broma.
PARA NADA.
Y, ¿quién es él? Pues él es Benedict Cumberbatch. Sí, vale, es un actor. QUÉ PASA. Cada una se enamora de quien quiere, o puede. Me diréis ahora que lo mismo me pasó con Ryan Gosling. No chatas, NO. Yo nunca dije que estuviera enamorada de él (creo), solo quería que viniera a mí, que es MUY DIFERENTE.
Alguna también andará confundida porque afirmé y reafirmé que a mí me gustan los guapos y, de hecho, me cayó una buena reprimenda por ello de parte de nuestro amigo Paolo.
Porque mi Benedict guapo no es.
A mí este hombre me ha parecido siempre peculiar, pero no guapo. Qué cara tan rara, qué expresión tan enigmática. Bonita voz, por cierto.
Y, DE REPENTE, llegó el Doctor Strange. Y caí despatarrada a sus pies. Yo había visto “Sherlock”, “Star Trek”, “The Imitation Game”. Pero no me preguntéis por qué (yo ahora mismo no puedo explicármelo) no le había observado con ojos lascivos. Hasta que vi a ese hombre vestido de cirujano y luego con esa capa, con esos poderes psíquicos, con ese sentido del humor, tan listo… Que vale, que sí, que es un personaje, PERO ME DA IGUAL.
Podríamos pensar que mi amor por los superhéroes hizo el resto. PERO NO. Los superhéroes están superbuenorros, pero no ando yo muriendo de amor verdadero por todos. Solo por Strange.
Por el amor de Dios, QUÉ MANOS. Manos de hombre de los “de verdad” (homenaje, de nuevo, a nuestro Paolo), grandes, estilizadas, cuidadas pero no demasiado. O sea, Benedict tiene LAS MANOS. Tócame, Cumberbatch, por lo que más quieras.
Hablábamos de la voz. Insisto. BRUTAL. Según lo escuchaba se me iba derritiendo el Crunch que tenía en la mano. A mí este hombre me susurra algo al oído y la palmo ipso facto.
Si me toca y me habla al unísono, YA PA QUÉ.
Ni que decir tiene que, tras el visionado de la peli, me he dedicado a dos cosas en la vida:
- A zamparme en bucle TODOS los episodios de “Sherlock” del planeta, en ocasiones con los ojos cerrados para escucharlo mejor y en ocasiones con los ojos abiertos para verle las manos.

Por favor, que él era la voz del dragón de “El Hobbit” y, POR FAVOR, que podéis escucharlo en este enlace.
Dado que yo vivo en una especie de burbuja vital, pensaba que sería la única rarita a la que le pasaba esto, que solo yo vería ese sex appeal tan sutil y elegante. Y resulta que somos un ejército de majaras que mueren por los huesitos ingleses de Benedict.
Qué ordinaria soy.
En fin, que la cosa se me ha ido de las manos y que he pasado de que me mole una bestia parda y hawaiana como Jason Momoa a enamorarme de este ente enigmático, flemático y británico sin saber muy bien cómo ni por qué, y tenía la necesidad imperiosa de compartirlo.
Será que estoy madurando.
O no.