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Etiqueta: motivación

El secreto de la felicidad

El secreto de la felicidad consiste en saber qué nos hace felices y rebozarnos en ello, así de simple. Ojo, y he escrito “simple”, no “fácil”. La simplicidad se basaría en los escasos pasos que te separan de lo que quieres. Es lo opuesto a complejo. La facilidad estaría relacionada con el esfuerzo que tienes que hacer para conseguirlo. Es lo opuesto a difícil.

Algunos ejemplos de objetivos cuya consecución es simple, pero para algunos nada fácil serían:

Hacer ejercicio es simple, solo hay que elegir qué es lo que voy a hacer: puedo correr, subir escaleras, ir a una clase en el gimnasio, apuntarme a baile, etc. Decido y me muevo. Nada más. Pero a algunos no les resulta nada fácil.

Lo mismo con comer tres frutas y dos raciones de verduras diarias. Simple a más no poder, entonces ¿por qué no lo hacemos?

Para viajar sola solo tienes que comprar un billete e ir al aeropuerto, o a la estación de tren, o ni eso, tan solo coger el coche y enfilar la carretera. Lo mismo con ir sola al cine, o a comer sola. O estar tan a gusto sola. No hay nada más simple, pero para algunas, de tan difícil, se convierte en imposible. O eso creen.

Dejar tu trabajo, si no te gusta, no puede ser más simple: carta de renuncia y Ciao, bacalao. Entonces, ¿dónde radica la dificultad?

Por el contrario, hay tareas sumamente complicadas, pero de lo más fáciles. Como el funcionamiento de un ordenador: lo encendemos, abrimos una aplicación y a teclear. Sin tener, la inmensa mayoría, ni puñetera idea de lo que albergan las entrañas del aparato.

¿Por qué insisto tanto en la diferencia entre estas dos palabras? Porque el lenguaje determina cómo pensamos, y nuestros pensamientos definen cómo nos comportamos y, por tanto, cómo somos. Vuelve a leer esta frase, querida lectora, porque puede resultar importantísima en tu camino hacia la felicidad. Paremos a pensar qué significan las palabras que nos decimos, para qué nos las decimos, dónde las hemos aprendido. Determinemos si nuestro lenguaje nos impulsa o nos frena y, desde ahí, decidamos cómo lo vamos a usar a partir de ahora. Cuántas veces vamos a dejar que el vocablo “difícil” nos clave al suelo de la insatisfacción.

Siguiente paso, una vez tenemos la distinción clarita, hemos de conseguir que lo simple nos sea cada vez más fácil. O, al menos, que la dificultad no suponga un freno invencible.

¿Cómo lo consigo?

Pues como se consigue todo, amiga, PRACTICANDO. La práctica consigue que la distancia entre lo simple y lo fácil disminuya. Este “practicando” sería la repetición en la implementación de los hábitos. Practicar sería, también, atravesar el miedo (a viajar sola, a dejar tu trabajo, a decirle adiós a tu pareja, a crear tu propio negocio, a ponerte una minifalda si es lo que te apetece). Porque una vez traspasado el primer miedo, el segundo se nos antoja mucho menos aterrador. Y el tercero, ni te cuento.

Practicar sería detectar qué creencias cercenan mi vida. Darme cuenta de lo que no creo merecer, de lo que no me creo capaz, de lo que creo posible o imposible.

De nuevo, practicar es simple, pero quizás no fácil. Lo sería mucho más si diéramos el tercer paso: imaginar lo que hay al otro lado de la dificultad, del miedo, de las creencias. Lo que hay al otro lado, te lo digo ya, no es más que la felicidad en la que quieres rebozarte. Lo que hay al otro lado es un cuerpo sano y fuerte del que te sientes orgullosa, la calma que llega cuando eres tu mejor compañía, la libertad que acompaña la seguridad en una misma, un trabajo en el que te sientes realizada, una vida en la que te quieres quedar.

La motivación para ponernos en marcha hacia lo que deseamos, solo llega cuando somos capaces de reproducir en nuestra mente lo que seremos, veremos, escucharemos y sentiremos después del esfuerzo, de realizar eso que ahora sabemos que es tan simple, pero que se nos antoja tan difícil. Es necesario desgranar en qué consiste nuestra particular dificultad y generar una estrategia que nos permita ver, a través del muro, la película de nuestra vida, la protagonista que deseamos ser. Conectar tanto con ella que podamos tocarla, observar cada una de sus características, enumerar lo que quiere, lo que no quiere y lo que va a hacer para agarrarse a lo primero y desechar lo segundo.

 

Ocho truquis para mantener la motivación

Y es que no es fácil tener siempre ganas, mirar directas a la diana de nuestros objetivos y llevar a cabo las acciones para llegar hasta ellos. No tengo un buen día, la meta está demasiado lejos, ya no le veo el qué a eso en lo que me empeñé, etc.

Lo primero sería asegurarnos de que quieres eso que crees que quieres y que lo quieres por las razones correctas (para ti, ojo). Un ejemplo fácil: la dieta a la que te sometes para estar monísima de la muerte (ya sea engordando o adelgazando, que parece que el peso ideal solo se consiga perdiendo). No hay semana que no te la saltes. Quizás, en el fondo, a ti te importe un huevo lo de estar mona o quizás tú te ves divina tal como estás y andas a base de lechuga y/o batidos de proteínas porque tu entorno te ha puesto la cabeza como un bombo.

O puede que quieras ganar o perder esos kilos, pero no por estética, sino por salud y ese cambio de perspectiva sea lo que necesitas para mantenerte firme cual roble. No es el por qué, sino el PARA QUÉ lo que hace que nos movamos en la dirección correcta. Apunta tus para qués y échales un ojo cada día. Será por libretas monas…

Lo segundo, una vez definido el objetivo con detalle, es tener claro que es posible y saber cómo vas a medir que lo has conseguido. Ponte siempre un plazo temporal. No me vale “Voy a crear un blog un día de estos sobre algo de comida”, pero sí “Voy a crear un blog con recetas veganas que se cocinan en diez minutos y va a estar listo en un mes”. Si en un mes tu blog está en la red, listo y preparado para que el planeta lea sobre tu arte culinario, lo has conseguido.

Cuéntale tu objetivo a gente con el mismo criterio que tú, para que te apoyen, te aplaudan y te animen. Te quieres mudar a Londres y has de currar un montón para conseguirlo; qué bien que tu amiga es de las que piensan que viajar es lo mejor del mundo y que si eso es lo que tú quieres, palante. El otro lado de la moneda es alejarte de los aguafiestas, qué pesaos. Ni puñetero caso.

La agenda es la herramienta básica y suprema de la organización y, en muchos casos de la motivación: describe los pasos que te van a llevar desde donde estás hasta donde quieres estar y agéndalos. Si quieres ganar cinco kilos en dos meses quizás tengas que 1) Buscar un nutricionista 2) Buscar un entrenador o un gimnasio 3) Ir al súper 4) Organizarte las comidas 5) Agendar los entrenamientos 6) etc.  Si quieres crear una web decidirás 1) Si lo haces tú y necesitas formación para ello o si pides presupuestos a profesionales 2) Qué textos van a aparecer 3) Si necesitas fotos y de dónde las vas a sacar 3) Qué secciones serán necesarias. En este otro post os di varios tips sobre el arte de agendar como las loquis.

Cada una sabe cómo funciona su cabeza y qué necesita para mantener las ganas: hay quien hace deporte con música hipermarchosa, para así motivarse; quien pega fotos en la nevera de cuando tenía un tipazo; quien pega fotos en la nevera del momento actual, con una forma física horrenda; quien tiene un corcho con fotos que le recuerdan aquello que desea, sea una casa con jardín, hacer yoga cada día o mudarse a París. Todos hacemos lo que hacemos porque el beneficio al conseguirlo es mayor que el coste. Recuérdate el beneficio como sea, tenlo en mente a todas horas.

Una cosa detrás de otra: a veces se nos acumulan los pasos unos encima de otros. Elige uno y termínalo. Olvídate de que están todos los demás. Concentración a tope.

Ten un listado de lo ya hecho. Apuntar cada mínimo logro te empuja a seguir logrando. Si esta semana has conseguido leer una hora al día, ir al gimnasio tres veces, estudiar los cinco temas que te propusiste, organizar las comidas divinamente o quedar con esa amiga a la que tantas ganas tenías de ver, escríbelo y tenlo visible. Has conseguido salir puntual de casa cada día y no has corrido como las locas para llegar al trabajo, has ahorrado, hace dos meses que llevas la manipedi impoluta: APÚNTALO.

Piensa en la persona que serás cuando hayas conseguido eso que deseas: estarás tranquila, orgullosa de ti, con una autoestima acojonante. Date cuenta de que tú eres la única responsable de lo que te pase. Eres poderosa porque tienes el poder de que te pase lo que quieres que te pase. Cuando vengan pensamientos chorras sobre tu posible incapacidad, piensa en qué momento te sentiste así antes. Cuándo alguien te hizo sentir insegura. Eso ya pasó y lo que cuentan los demás tiene que ver con ellos, no contigo. Tatúatelo.

Y, por último, lo primero: te mereces conseguir eso que te has propuesto, vivir con ilusión, sentir que avanzas hacia el lugar que a ti te dé la gana, salir de la rueda de hámster, chorrear autoamor, ser la jefa de tu puñetera vida.
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