Sueña, coño, que es gratis
Hay veces en los que un simple encuentro con tus amigos acaba siendo un tornado de inspiración vital. Ayer, en la habitual comida de los domingos, surgió una conversación sobre el libro que le recomendé a una amiga hace ya varios años. “Aquel sobre coaching” me dijo ella. Recordé, entonces, que “aquel sobre coaching” fue el que encendió la chispa que cambió mi vida, amadas mías. Sin “aquel sobre coaching” yo no estaría aquí escribiendo, ni vosotras leyéndome. Y eso sería una catástrofe sin parangón, al menos para mí.
Aquel libro de título horroroso, que solo leí porque me lo recomendó un tío MUY listo, formulaba la siguiente pregunta: ¿qué era aquello que te gustaba hacer de pequeña y que, con el tiempo, dejaste de hacer?
Contesté sin dudar: ESCRIBIR.
Después de aquello hubo varios ejercicios de introspección, autoanálisis y exorcismo seguidos de un proceso de coaching que abrió las ventanas de mi vida. Todo ello aderezado de un ramillete de seres que me animaron entonces y siguen haciéndolo ahora. Me dieron la fuerza para crear este blog, para que asistiera a clases de guión, para que siguiera un camino que no sabía dónde me iba a llevar (eso es lo más interesante de todo).
Cuatro años después, Las Claves tienen miles de lectores al mes, he coescrito la letra de “Hoy por hoy” con una de las cantantes que más admiro en el planeta Tierra, he estrenado dos obras de Microteatro con un equipo que lo mola todo, colaboro con la web más Gordibuena de España y en febrero saldrá a la venta mi primera novela.
Y cada día me sorprendo. No sé muy bien cómo ha pasado, pero sí sé que nada de esto sería posible si yo no me hubiera preguntado QUÉ ES LO QUE ME GUSTA HACER POR ENCIMA DE TODAS LAS COSAS.
Lo que quiero decir con este rollazo, amiguis, es que hay que apretar el freno de esta rueda de hamster en la que vivimos y: cuestionar, replantear, intuir, dejar de presuponer, pensar, repensar, bucear en nuestras neuronas, desaprender, recordar lo que un día quisimos ser y que, por cualquier razón, dejamos por el camino. Ojito, que esto genera un acojone y unas ansiedades muy bestias. Pero es que pasar por la vida sin que la vida pase por ti es lo más triste del mundo.
Diseñemos nuestro día ideal, marquemos en un mapa los países que queremos visitar, las ciudades dónde queremos vivir, hagamos un álbum de empotradores, etiquetemos a nuestros amigos en esos hoteles hiperlujosos que salen en Instagram, porque algún día irás. O no, pero nadie te quita la emoción de imaginarte despatarrada frente a esas playas color esmeralda.
Me niego a conformarme, a aburrirme, a que los días se escapen sin haberme entusiasmado. Cuántas veces habré escuchado “nadie vive de escribir”. Pues mira, no sé si algún día viviré de escribir, lo que sí sé es que vivo escribiendo. Y quizás tú quieras vivir bailando, patinando o cantando, como Salomé.
Si alguien te llama majara: fuera, fuera, fuera, que esos no son nada Fabulosos. Los Fabulosos empujan, elevan, sostienen, NUNCA limitan.
Ahora solo queda encontrar ESO que te gusta, que te encanta, que te emociona, y saltar sobre ello sin paracaídas. Yo voy a hacer una lista, que los propósitos hay que escribirlos en letra bien grande.
Viajaré a Australia, viviré en Nueva York, me empotrará Jason Momoa (y Gerard Butler, y Adam Levine, y Ashton Kutcher. Luego a la UVI directa), escribiré un libro (y luego otro, y luego otro, y luego más, y así hasta la eternidad), me tumbaré en una hamaca del Hotel Viceroy de La Riviera Maya, pasaré una semana en el Four Seasons de Florencia, dormiré en el Hilton de Seychelles (solo para empezar). Me reiré a carcajadas con mis amigos, todos los días.
Porque a la felicidad hay que llamarla. A gritos. Una y otra vez. Hasta que no le quede más remedio que hacerte caso.
Es un curro. Un currazo de cojones. Agotador, desafiante, terrorífico. Pero los sueños lo merecen.
¿No crees?