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Lunes con sol

Lunes con Sol,1 8/3/19 (sobre los chats de padres y algunos lugares mágicos)

Lunes con Sol,1 8/3/19 (sobre los chats de padres y algunos lugares mágicos)

El chat de los padres de fútbol

Ya he escrito varias veces sobre lo que pienso acerca de los chats de madres del cole, pero cuando una piensa que ya nada puede sorprenderla, llega el chat de los padres de fútbol y flipa en colores. Resulta que, por lo que sea, el pasado jueves se cambió el horario de entrenamiento y allá que lo anuncia el entrenador en ese chat que tengo silenciado por los siglos de los siglos. Nos pide, por favor, que le digamos si nuestros hijos podrán ir a esa hora. Y lo que parecía muy sencillo dejó de serlo porque un padre y una madre, entiendo que separados, decidieron exhibir sus batallas campales en nuestras preciosas pantallas. El padre, llamémosle Juan: que si el niño no puede ir porque se levanta a las seis, pero que “le han dicho” (entrecomillado por su retintín) que si no va a entrenar entonces no puede jugar y pide una aclaración sobre el tema. Allá que salta la mujer en plan “Yo no te he dicho eso, te he dicho que si Juanito falta a un entrenamiento no será convocado y blabla”, a lo que el padre contesta “Parece que Juanito irá aunque se vuelva hiperactivo por falta de sueño” y, TACHÁN, ella le contesta “De nuevo, Juan, te pasas de listo, no tomes decisiones por mí”

Imagino al resto de padres, tan flipados como yo, mirando sus teléfonos, ansiosos, para ver cuál es la siguiente salida de tiesto de este par. Lo que, en un momento dado, puede parecer incluso gracioso es, en realidad, una puta catástrofe. Si hacen eso en público, que tendrá que aguantar el pobre chaval en privado. Señores, por favor, un respeto para con los demás integrantes de chat, pero sobre todo, hacia su hijo, que no tiene la culpa de nada.

La magia.

De nuevo, el sábado me encontré con algunas de mis lectoras en uno de esos talleres que me dan la vida. Luego organizamos una charla sobre Nueva York. Laura, la creadora de ese espacio glorioso que es la librería Amapolas, y yo recomendamos algunos libros ambientados en la ciudad de mis amores, conté las maravillas del viaje con Sola en Nueva York, divagamos sobre los sueños que se cumplen y concluí, al final de la jornada, que si la felicidad es hacer con tu vida algo que tenga sentido, mi sentido sois vosotras. Por venir desde la otra punta del país para que nos echemos unas risas juntas; por regalarme sobrasadas, velas, libretas; por vuestros llantos de emoción (y los míos); por acompañarme en esta locura de escribir; por compartir lo que os remueve los entresijos; por esas ganas de abrirle las ventanas de par en par a la vida: gracias inmensas, amiguis.

El puente

El viernes me zampé “Los Inmortales” esa peli de los ochenta con banda sonora de Queen que me puede encantar. En ella vi por primera vez mi puente, mi Bow Bridge de Central Park, ese en el que empieza mi novela, que es mi Lugar en el Mundo, donde podría pasarme (y de hecho, me paso) las horas sentada con la mente en blanco, absolutamente conectada con el ansiado aquí y ahora. Al día siguiente, mi puente apareció en una peli chorras de Netflix y, por un instante, sentí que estaba allí, respirando, con los patos nadando tranquilísimos y las señoras del Uptown neoyorquino paseando a sus perritos frente a mí. Viví en mis carnes eso de que rememorar una situación genera en tu cuerpo las mismas sustancias que cuando se produjo, noté como mis telómeros aplaudían. Todos deberíamos tener ese escondrijo que no compartimos con nadie.

El cumple de Paulo

Escoger a los mejores amigos de la galaxia es uno de mis pocos talentos y Paulo, mi gallego favorito, es prueba de ello. Igor, mi vasco favorito, es otra. Nos conocimos los tres estudiando guión. Volcar, semana tras semana, tus miserias íntimas sobre un papel para luego leerlas ante toda una clase de desconocidos es empezar por el final: a los cuatro días les has visto las tripas a todos y te las han visto a ti. Rincones que, en otro contexto, tardarías años en mostrar, se exponen alegremente sobre una pizarra. Yo me enamoré de los rinconcitos de este par nada más olisquearlos. Porque ellos ven lo que hay detrás de una mirada. Son hogar, trampolín y alimento. Cinco años más tarde hemos recorrido varios karaokes, muchas risas y algunos llantos. La mitad de las terrazas de Madrid se han zampado horas y horas de conversaciones inconexas, profundas, estúpidas e inolvidables.  Ayer fue el cumple de Paulo, que se lamenta porque se acerca a la treintena, el muy cabrón. Entre su resaca desbordante por ingestión de brandy caliente y el sarcasmo deslumbrante de Igor estaba yo, adorándoles mucho, soplando mis velas imaginarias y deseando que nos queramos siempre así de bien, así de tanto.

     

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