Skip to main content
Reflexiones de una majara

Lo que nos jode a las mujeres (Parte I)

Lo que nos jode a las mujeres (Parte I)

De un tiempo a esta parte estoy convencida de que la inmensa mayoría de nuestras jodiendas se pueden englobar en dos categorías:

  1. Las (malas) relaciones sentimentales.
  2. El miedo a lo que pensarán de nosotras.

Dentro de esas dos caben casi todas las demás mierdas que nos quitan el sueño: el miedo a la soledad; la presión por ser madre, por no ser buena madre; el sufrimiento por las rupturas; que si me marean que si no; no me divorcio porque le temo al abismo posterior, porque sería un fracaso horroroso, porque mis hijos lo pasarían mucho peor que viendo que sus padres viven juntos, pero no se soportan.

Que si estoy fea, que tengo las tetas grandes o demasiado pequeñas, y soy mayor o gorda; que no me gusta mi trabajo, pero aquí me quedo porque si me voy a recorrer el mundo soy una insensata; que mis padres me dan la lata lo más grande, pero mi obligación es aguantar porque, de lo contrario, soy una mala perra.

Y podríamos seguir hasta el infinito.

En cuanto a las relaciones sentimentales, mal vamos cuando ni los cimientos están bien colocados. Si no te autoquieres de una manera salvaje, cómo coño vas a decidir bien. Si no te valoras, no te valorará el de enfrente, y de ahí, al cataclismo emocional. Una y otra vez. Día de la marmota por los siglos de los siglos. Que si tengo mala suerte, que si siempre me tocan los tarados, hay que ver lo mal que me trata la vida. La vida te trata como dejas que te trate. Chimpún.

El segundo tema, el del asqueroso QUÉ DIRÁN es aún más peligroso, creo yo. Porque quizás escuece menos, pero jode mucho más. La preocupación por lo que piensa de ti gente de la que no conoces ni el nombre se pega en el esternón, te ahoga y te limita. Te amputa, te paraliza, te convierte en la mitad de lo que podrías ser. Acabas viviendo la vida de otros, sin tener ni idea de lo que de verdad te mueve, o debería moverte.

No eres capaz de recordar que es lo que te encendía de verdad, lo que querías ser cuando aún te ilusionabas, porque llevas tanto tiempo sometida a las opiniones del vecindario, de las madres del cole, de tu pareja, de tu familia, que lo que fuiste se ha ido diluyendo y ahora eres un ente informe que se adapta a todo sin cuestionar nada. Porque no te engañes, querida, aceptación y conformismo no son lo mismo, sino, a veces, todo lo contrario. Créeme, ahí afuera tienes un mundo enorme esperándote, lleno de gente interesante que no juzga, de bares donde bailar, de karaokes donde dejarte la garganta desafinando como la animala que eres.

Porque si no haces daño a nadie, a quién le importa si llevas el pelo rosa, si bajas al súper en pijama, si te echas un novio veinte años más joven que tú, si te cepillas a tres bigardos cada semana, si el escote te llega al ombligo, si dejas a tus hijos con su santo padre para pasar una semana con tus amigas descojonada de la risa. Porque de todos es sabido que donde no llega un Lexatín, llegan las carcajadas. Qué pasa si te gastas tu dinero en infinidad de masajes, de potingues, de zapatos, en lo que te salga del mismísimo toto.

Hay quién se ofenderá porque tú seas feliz, porque te niegas a entrar en la jaula del estereotipo. No pidas perdón, no te justifiques, no les des un poder que no tienen. La libertad no tiene por qué ser comprendida, solamente disfrutada.

 

Comments (6)

Los comentarios están cerrados.