Reflexiones de una majara
19 cosas que quiero hacer antes de palmarla.


Ir a Australia. Iba a hacerlo el año que me entregaron a mis hijos. Ahora que ya están creciditos va a ser hora de volver a planearlo. Qué ganas de canguros, de Melbourne, de un continente entero para hacer el gamba.
Escribir muchos libros. Vale, he escrito uno en cuarenta y cinco años, no es que lleve un ritmo trepidante hasta ahora, pero la cosa va a cambiar a partir de octubre. Me lo he prometido a mí misma y a vosotras.
Hablar italiano perfectamente. Porque es un idioma que me encanta, un país que me apasiona, unos tíos con camisa impoluta y una pasta que quita el sentío. Ah, y porque, para qué engañarnos, siendo catalana, es bastante más fácil que el ruso o el alemán.
Vivir en Nueva York más de dos meses. O más de tres. O más de ocho.

Construir la casa de mis sueños, con una cocina blanca y enorme con isla central que no me serviría absolutamente para nada porque odio cocinar. Con chimenea y pocas habitaciones grandes, una ducha con alcachofa de dimensiones gigantescas y una presión de agua que me reviente el cráneo. Debe ser silenciosa, tener piscina y una terraza con buenas vistas donde poder desayunar.
Ordeñar una vaca.
Hacerme la Ruta 66 con Bonnie, para celebrar la vida, su nueva libertad, que llevamos juntitas dos tercios de nuestra existencia y que ahora empezamos a saber de qué va esto.
Ir a veinte conciertos seguidos de mi cantante favorito. A poder ser en el Auditorio Nacional de Méjico. A poder ser en la fila tres. Sin mesura, a lo salvaje, como si no hubiera un mañana.
Pegarme un buen viaje por las Escandinavias. Ya sabéis, para conocer el Vikinguismo a fondo, y también porque me fascina su productividad, su Hygge, su Lagom y ese rollo Ikea tan ordenado y tan ideal. Oye, y que los Fiordos parecen espectaculares.

Volver a Cuba, porque si me fascinó en el viaje de final de carrera, ahora ni me lo puedo imaginar. Y no es por la playa, ni por la langosta barata. Es por la gente y por el baile.
Por cierto y a colación de lo anterior: quiero ir a clases de baile. Lo dejé a los catorce, cuando no sabía nada de la vida. Ahora que tengo claro qué es lo importante de verdad (o sea, bailar a todas horas) me voy a apuntar a alguna academia. De octubre no pasa.
Conseguir que me guste el vino. Es que no soporto el sabor de ningún alcohol, pero joder, que tengo cuarenta y cinco tacos y ya va siendo hora de ser una tía con clase como la Florrick o como la Pope y endiñarme un buen copón de tinto al llegar a casa y no medio litro de Cola Cao (que no pienso dejar, por cierto. Solo lo minimizaré).

Ir con mis amiguis a Formentera un finde cada verano. Que el año pasado fue que no y todavía lo estoy lamentando. Ver cómo las muy beodas bucean en mojitos y sangrías de cava, decirles burradas a los italianos para luego irnos a sobar solas y muertas de la risa. Bañarnos en bolas en esas aguas cristalinas. Repetir las mismas bromas de cada verano que, inexplicablemente, aún nos hacen gracia. Criticar a nuestros ex. Leer revistas de cotilleo tiradas en la hamaca. Ver la puesta de sol más bonita del mundo. Cantar a gritos “Quince años tiene mi amor” en el coche de alquiler. Burlarme de sus resacas. Olvidar que hay vida más allá de esas paellas deliciosas de la playa de Es Códols. Recordar a Martes y Trece y su sketch de Eva Nasarre y Locomía : metiendo la femoral, expandiendo el glande.
Aprender a meditar, a hacer solo una cosa a la vez, a tomarme las cosas con calma. Sí, ya sé que esto lo he escrito doscientas veces. Sigo en ello.
Tomarme un año sabático. Pero de verdad. Sin ninguna responsabilidad, sin obligaciones, sin preocupaciones, sin rutinas ni reloj. Quiero aprender a no hacer nada. Porque veo esas fotos de hamacas en playas cristalinas y me dan gustirrinín, pero luego me tumbo media hora y me entran las ansias por ser productiva. Quién sabe, quizás mejore justo después de aprender a meditar. O igual no tengo solución y punto. Ya os cuento.
Hacer una jarrón. Como Demi Moore en “Ghost”. Lo del torno y la arcilla me flipa desde pequeña, y en el cole de monjas nos daban un ladrillo de barro envuelto en plástico y una mesa de conglomerado. Nada glamouroso. En cuanto a Patrick, mejor me deja con mi vasija y luego nos montamos un baile a lo “Dirty Dancing” que para entonces ya habré ido a clases y le haré unas piruetas que lo flipas.

Aprender que, la mayoría de las veces, las normas son autoimpuestas y no tienen sentido, que la Tierra sigue girando mientras me hago un masaje o veo una serie. Que la culpa se la inventó algún cabrón muy envidioso. Que el día de hoy no va a volver. Que soy una partícula diminuta en el Universo. Que mis problemas no lo son.
Decidir que esta lista es solo la primera de muchas. Cumplir todos estos deseos.
Comments (4)
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Las tuyas y unas cuantas más… tengo yo… pero sobre todas ellas algo que hago recientemente… quererme yo y que no me ate nada que no haya decidido yo misma.. ejercer mi libertad junto a alguien libre como yo y elejirnos de verdad.
Estoy leyendo ahora Come, Reza, Ama… y me ha hecho mucha gracia que quieras aprender italiano como en el libro. Pero coincido totalmente contigo, es un idioma tan bonito…!! Y lo del vino… tú puedes!! Yo me obligué a beberlo porque soy argentina muy carnívora y no podía soportar la idea tan poco glamourosa de comerme una entraña con coca cola… Ahora me encanta el vino!
Gracias por recordarme que hay muchas cosas que vivir, que me encantan y que haré….lo prometo!!! Y que no falten nunca… ole tú!!!
Por cierto, yo también quiero ir a Australia, pero a bucear a la gran barrera de coral….aisssss….ya me veo….bueno, de momento este verano empiezo por El Hierro…
Es una pasada! Nuestras listas son iguales! Aunque la mia era mental y me ha dado subidon verlo todo por escrito. Sobre todo el detalle de la casa. Ahi no me habia parado tanto a pensarlo. Pero que si! Que podemos! Y de Octubre no pasa…!! Gracias guapa.