Hay gente que quiere raro
Hay gente que quiere raro, que entiende el amor como posesión, como expectativa, como surtidor. Hay gente que no sabe que el cariño no se divide, sino que se multiplica. Hay quien dice querer mucho, pero lo importante es querer bien; dar lo que el otro necesita y no lo que a uno le da la gana ofrecer. Y tan importante como el QUÉ es el CUÁNDO y el PARA QUÉ. Hay quien defiende que el amor incondicional existe, y quizás es cierto, pero no debería. No es sano querer a quien nos hace pequeños, a quien nos ignora, a quien nos marea, a quien nos usa para su provecho aunque no se dé cuenta. El desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento y el hecho de que haya ignorantes emocionales no les da derecho a someternos.
Hay quien cree que el autoamor es egoísmo, pero es todo lo contrario. La vida empieza en uno y, desde ahí, hacia su entorno. Coloquémonos nosotras en el lugar que nos corresponde y a los demás no les quedará más remedio que situarse donde no estorben, donde aporten, donde formen parte de un baile armónico y no de una batalla campal.
Hay quien intenta convencerte de que nadie te querrá igual que él. Toda la razón. Y MENOS MAL. Porque el que no desea que elijas a quien querer es que se pasa tu felicidad por salva sea la parte. El amor es, ante todo, LIBERTAD. Nadie te la da, es tuya, aunque lo hayas olvidado. No es que tengas que recuperarla, solo sacártela del bolsillo y mostrársela al resto. Lo mío es mío, no hay manera humana de que me lo robes si yo no te lo entrego. Y no deberíamos entregarnos JAMÁS. Ni prestarnos. Ni olvidarnos en aras de ocupar esto que somos con otras presencias, por divinas que nos puedan parecer.
Hay quien quiere raro y te quiere a ratos, a trompicones, con horarios y con chantajes. Lo lícito es sentir que intercambias, no que te aplastan, no que te apagan. No a regalar un precio excesivo por unas migajas de quien solo tú has colocado en un pedestal ficticio.
Hay quien quiere raro y se esconde, o se hace omnipresente, o las dos cosas. Hechos y palabras en direcciones opuestas. Grandes carnavales o miseria. Mucha forma sin fondo alguno. Exigencias, demandas, obligaciones, castigos disfrazados. Deberíamos vernos reflejados en el de enfrente. Brillar más cuando aparece. Ser más nosotras que nunca. Quien quiere bien es catalizador, no segadora.
Hay quien no respeta cuando decides que hasta aquí y se escuda en la imposibilidad de vivir sin eso que le das. La trampa mortal de creerte importante porque otro te lo cuenta. Somos naranjas enteras, somos el árbol entero. Queramos a pesar de no necesitar, porque necesitar a veces es raro y siempre es mentira. La necesidad es usar, es servir y es no ver al otro. Mejor querer sin carecer: elegir, decir “esto sí y esto no, porque lo quiero y punto”. Hay quien, si te dejas, te arranca la voluntad de merecer. Y te mereces el cielo, no lo dudes. Es preferible que te duela el alma a que te la roben.
Hay quien es y está. Y hay quien no puede estar porque el ser le queda muy lejos. Esos no valen, que se vayan a la mierda, o donde quieran. Cosa suya. Y hay quien te quiere valiente, libre, independiente, resolutiva, inteligente, lista, decidida, guapa, sociable, exitosa, hambrienta de sueños y viajes y belleza y vida. Esos son los que quieren normal. Y normal no siempre es común, a menudo es todo lo contrario.